Siempre balanceándome, suavemente acunado por la promesa de una melancolía inminente, entre la sencilla prosecución de mis días tranquilos o la entrega a una tristeza que se adivina sanadora, maternal; un líquido amniótico de tristeza que separa y singulariza, que abraza y narra el mundo, otra vez, con palabras bellas y tristes...