jueves, 21 de octubre de 2010

Otoño


En esta suave transición hacia el frío, redescubro que el mundo puede ser un lugar más amable, (casi) habitable. El frío ralentiza el paso, enlentece la mirada y la prende a las cosas, que también parecen moverse más despacio, ofreciéndose nítidas, una por una, misteriosas y elocuentes a un tiempo. La luz se matiza, ilumina tenuemente; olores que parecen contar historias surcan el aire vivificante; todo ello lo envuelve a uno a la salida de la oficina comunicándole una leve, embriagadora efervescencia, que tiene el efecto inmediato de ensanchar el mundo. Las personas al paso dejan de ser entonces obstáculos demasiado corpóreos para convertirse en cómplices mudos y sonrientes, como si compartieran con uno una sabiduría que no necesitara expresarse en palabras. En esos momentos, formar parte es, simplemente, estar y moverse entre ellos. Cada otoño es, en suma, el primer otoño, el descubrimiento infantil del frío y sus dimensiones mullidas, su forma de acolchar el mundo y hacerlo habitable durante seis meses al año, para que luego la inevitable dictadura del calor nos haga añorar sordamente su vuelta siempre tan lejana...

4 comentarios:

  1. Estupendo Julio. Si no doscientas páginas, tal vez un relato...

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  2. Eso ya lo hice, en mis años mozos. Ahora, debo aspirar a las 200 páginas (por lo menos)...

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  3. Hoy busqué en el Corte Inglés el libro de Landero que me recomendaste, curiosamente, pese a ser una gloria local, no lo encontré... Porca miseria. Tengo curiosidad por comprobar lo que me comentaste, esa presunta afinidad de fondo... Y ver cómo Landero construye una novela de 200 páginas (o poco más ;-) con esos materiales.

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  4. Me temo que los criterios del Corte Inglés para llenar sus anaqueles tienen poco que ver con localismos. Además, Landero se ha prodigado poco o nada por los saraos en los que crecen los superventas. Asi que no existe.

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