Encuentro la salvación como siempre (de todo aquello que lo acosa a uno, que se le enreda al pensamiento durante su desayuno en un café) en unos ojos azules que denotan hastío; el hastío de las mujeres bellas, marca de nacimiento perfeccionada luego en tantos anuncios de perfumes. Esa mirada que flota por sobre las cosas, que apenas lo roza a uno, que quizá se detenga divertida al verlo escribir (y la tentación de ser musa, tan connatural a la belleza, aleteará un instante en esos ojos encendiéndolos de capricho, quizá de crueldad). A este lado de las cosas (a este lado del tiempo y la derrota), ese azul cristalino resume todo aquello en lo que uno aún cree (y no cree): el salvoconducto hacia la vida correcta que siempre, ay, empezó por la belleza de una mujer...
Curioso pe(n)sar
Una colección de minúsculos extrañamientos, epifanías de bolsillo, miradas al paso con las que el pensamiento avanza, quizá a ninguna parte, encerrado en el laberinto interior de una polisemia: curioso pensar, este pensar curioso...
domingo, 23 de abril de 2017
martes, 3 de febrero de 2015
Recuerdos del mañana (evocación de infancia)
En el futuro, cae la tarde sobre una avenida de la ciudad, casi desierta a esas horas; sólo se puede ver a una joven en bicicleta que pedalea calle arriba, siempre de espaldas al espectador, alejándose de él a cámara lenta. Lleva un suéter blanco a rayas horizontales azules, una falda larga blanca plisada y una boina de estilo francés; un atuendo poco habitual en estas latitudes, que, junto a cierto aire de irrealidad que la viste indefiniblemente -la languidez en el porte, la lentitud en el paso- delata lo anómalo de su procedencia, su carácter de rareza bajo este sol demasiado rotundo, demasiado indudable. Quizá haya salido de alguna película, o de alguna revista hojeada con descuido de la que, poco después, sólo ella -la página arrancada de bordes irregulares, atesorada en una carpeta escolar- permanecerá en la memoria. Quizá sea sólo un sueño o una invención, la materialización imprecisa de un deseo que empieza a desperezarse en el interior de unas entrañas, a elegir las formas femeninas que puedan albergarlo.

Te esperamos.
lunes, 16 de junio de 2014
40 años
Olvidar a una mujer sin poner ciudades de por medio; un efecto de la edad que ata firme a una geografía indeseada, a una identidad grabada en unos huesos que se van haciendo viejos, que no sueñan ya con reposar el día postrero en la tierra de una ciudad ajena donde debía transcurrir la vida correcta que, ay, no se vivirá ya. Convocar un concilio de ciudades de papel, entonces, y ver cómo una tras otra se desvanecen al menor soplo de aire en contra, a la más pequeña mordedura del anhelo de la carne, al primer recuerdo envenenado de lo que nunca sucedió. Envidiar la ligereza de ánimo, la audacia de forastero vocacional con que se encaraban las calles desconocidas de otras ciudades hace sólo -¿sólo?- diez años, extraviando y reencontrando a cada momento el rostro de la mujer a la que se pretendía olvidar con el viaje (y a la que sólo el tiempo y otras mujeres permitieron al fin, años después, borrar del recuerdo). Olvidar a una mujer amada con cuarenta años, sin una triste huida en los bolsillos ni una historia que contarse en la que vestir la piel del héroe trágico: lenta labor de demolición que despoja de belleza al mundo...
sábado, 14 de junio de 2014
Soledad
"No miedo a la soledad; miedo a la pérdida de una soledad que yo había habitado con una sensación de poder, con una clase de ventura que los días no podrían ya nunca darme ni compensar"
(Juan Carlos Onetti, "El álbum")
Curioso pensar en el solitario al que no le dejan estar solo; en su soledad arrumbada -que a veces querría poder habitar de nuevo- poblada de canciones y poemas, de ficciones consoladoras o evasivas, de mundos y vidas alternativas que transcurren en el solo espacio de su mente. Es la soledad mencionada por Onetti, cuya definitiva pérdida nos arroja irreversiblemente al mundo de los demás, huérfanos y desprovistos de mapa o brújula. Curioso, paradójico pensar que esa soledad se alimenta de la vida, de las heridas recaudadas en la refriega con lo real; ir a la vida entonces será ir con el solo propósito de cosechar heridas nuevas con las que decorar las estancias de la soledad, el escenario giratorio de los viajes, el eterno espejo de la página en blanco...
miércoles, 23 de abril de 2014
Elixir (En un café, 14)
Curioso pensar en el café como una suerte de máquina del tiempo...
En este café (el establecimiento) donde hace diez años me soñaba hombre toma un café (la bebida) el hombre en que me he convertido, el único cuya piel me he atrevido a vestir... La situación no es tan distinta (tener que elegir un camino, un lugar en la vida), el hombre es completamente diferente: le han amputado tiempo y la mayor parte de sus ilusiones, y afronta la siguiente, necesaria decisión como la última oportunidad de encauzar su vida hacia algo bello y significativo...
Entonces, saboreando un trago de café, pienso que lo único que no ha cambiado desde aquel lejano entonces es precisamente eso: el sabor del café, ese dulce amargor tan característico, tan trufado de connotaciones, que consigue por un breve instante transportarme imaginariamente a aquel ayer promisorio... Y vuelvo a sentirme el mismo de entonces, siquiera durante el tiempo que dura un sorbo; y me parece verme en cualquier otra mesa del mismo local ensayando los gestos que habrían de vestir al hombre futuro, o representando el drama de algún amor no correspondido que en la ingenuidad de entonces, ay, todavía parecía dotado de una gracia singular, y que hacía y haría (¿hará?) correr ríos de tinta sobre la hoja en blanco...
Refugiarse en el café, en los cafés, de lo que la vida hizo con uno; un breve respiro antes de salir de nuevo a la calle y ponerse encima, como un viejo abrigo agujereado, al hombre que ha de enredarse con lo posible y lo conveniente...
jueves, 12 de septiembre de 2013
Contraportadismo
Por las páginas de esta no-novela desfilan toda suerte de personajes en estado de metamorfosis: grises oficinistas que se sueñan escritores uruguayos en la estirpe de Onetti; atractivas compañeras de trabajo transmutadas por el deseo ajeno en despiadadas mujeres-pantera; inanes excursiones de touroperador que devienen viajes de aventura por el filo mismo de la melancolía; visitantes de un remoto mañana sin futuro que han quedado encallados en nuestro presente; multitudes de bellas desconocidas al paso que la mirada funde y amalgama en una única, imposible Ella... Habitantes todos de un blog personal que se emancipa de Internet para convertirse, con la complicidad del lector, en un libro de verdad como éste que tiene en sus manos…
Como el espejo mágico de la madrastra de Blancanieves, donde vernos más guapos, o como la cabina telefónica en la que el tímido Clark Kent desaparece para dejar su lugar a Superman, estas páginas apuntan al insalvable abismo entre realidad y deseo, que acaso sólo podamos surcar, sin riesgo de despeñarnos, a base de ficciones…
Al final, la realidad misma –auténtico monstruo al fondo de este libro- quizá sea derrotada por la palabra y se transforme en otra cosa, que, por definición, sólo podemos imaginar mejor.
Como el espejo mágico de la madrastra de Blancanieves, donde vernos más guapos, o como la cabina telefónica en la que el tímido Clark Kent desaparece para dejar su lugar a Superman, estas páginas apuntan al insalvable abismo entre realidad y deseo, que acaso sólo podamos surcar, sin riesgo de despeñarnos, a base de ficciones…
Al final, la realidad misma –auténtico monstruo al fondo de este libro- quizá sea derrotada por la palabra y se transforme en otra cosa, que, por definición, sólo podemos imaginar mejor.
martes, 19 de febrero de 2013
En el columpio...
Siempre balanceándome, suavemente acunado por la promesa de una melancolía inminente, entre la sencilla prosecución de mis días tranquilos o la entrega a una tristeza que se adivina sanadora, maternal; un líquido amniótico de tristeza que separa y singulariza, que abraza y narra el mundo, otra vez, con palabras bellas y tristes...
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