miércoles, 24 de noviembre de 2010

Haciendo las maletas


El mecanismo del viaje, bien aceitado, se vuelve a poner en marcha, con su ya familiar aroma de ansiedades de estación, la eterna búsqueda de otredades que experimentar brevemente... Una vieja capital centroeuropea espera con sus paisajes de cuento de hadas, sus castillos de novela de Kafka y sus callejuelas donde, cualquier noche, toparse al Golem (¿y reconocer en él el rostro de uno mismo?)... A última hora, inesperadamente, un ángel con tentadoras formas de mujer insinúa ("quizá") su aquiescencia a convertirse en demonio tutelar del viaje... incrementando (¿o acaso disminuyendo?), leve o significativamente, sólo los días lo dirán, el peso del equipaje.

Todo está preparado, pues.

Hasta la vuelta, amigos.

martes, 23 de noviembre de 2010

"Escríbeme" (Deseo, 5)


Curioso constatar cómo ciertas noches, amparados en la cómoda distancia de lo virtual, nos lanzamos a cercar con palabras a quien luego, a la cara, apenas podremos mirar de reojo con timidez; palabras ávidas, que difícilmente pueden ocultar el deseo que las desborda, que intentan salvar el abismo de pudores que la presencia física despierta, que tratan de ser transparentes y a la vez, por si acaso (ese por si acaso que ellas siempre notan, y que tantas veces acaba decidiendo el destino de una historia), se visten de sutilezas para poder, en el peor de los casos, retirarse de nuevo a la distancia de seguridad... Cuánta osadía encierran esas palabras, cuánta cobardía lamentable; y al otro lado, quizá, una mujer esperando un gesto, y que esta vez no sea un gesto de la mano sobre el papel...

sábado, 20 de noviembre de 2010

El hombre aplazado

Para el hombre aplazado, la mayoría de los hechos "biológicos" pasan inadvertidos; sólo los de sus seres queridos, necesariamente cercanos, tienen el peso suficiente para sacarlo brevemente de su ensimismamiento: los aún escasos matrimonios de los amigos, la maternidad de una hermana unos años mayor, ver envejecer a sus padres. Para el hombre aplazado, los hechos significativos de la vida, los que marcan legítimamente su biografía, son de otra índole: amores truncados antes de nacer, viajes a lejanas patrias de la tristeza, novelas escritas de cabo a rabo en la mente que algún día, si consigue vencer la pereza, se propondrá transcribir al papel... Hitos de una vida que ignora al reloj, cuando no lo desafía abiertamente, y que a veces, sólo a veces, parecen desvanecerse en la nada cuando algún hecho biológico -por ejemplo, la presencia ya acostumbrada de ese milagro de todos los días que es su sobrino- le despierta de su ensimismamiento para hacerle consciente de que el reloj, lo mire o no, sigue corriendo; y queda aún tanto por hacer...

viernes, 19 de noviembre de 2010

"Quizá" (Deseo, 4)


Quizá sea el clima, frío y húmedo, que invoca viejas melancolías. Quizá sea el irse de vacaciones, que en estos días de agitación y cambios lo hace a uno sentirse absurdamente traidor a ese nido de traiciones que es la oficina. Y quizá, sólo quizá, sea una sonrisa de mujer a destiempo, cuando ya no se la esperaba; cuando el deseo tantas veces contrariado (contrariado, también, por ella) se le ha hecho a uno costra reseca en la mirada que maldirige (¿que maldice?) a las mujeres, que se le resbala mujer abajo hacia el suelo, cada vez, al cruzarse con ellas. Será sólo una sonrisa, apenas un rictus de los labios, acompañado quizá por una calidez en la voz que hacía tiempo no se dejaba oír; pero el hecho es que los primeros pasos que lo alejen a uno de esa sonrisa, bajo la tenue llovizna que adecuadamente lo recibirá, serán de nuevo los pasos más difíciles de dar del mundo, llenos de amarga renuencia, mientras uno siente derretirse de nuevo la costra bajo el acoso del viejo y tenaz anhelo, que no hace tanto anhelaba, sólo, besar esa sonrisa...


jueves, 18 de noviembre de 2010

Un día cualquiera

¿Hasta qué punto nos sirve vivir de manera vicaria, en mil ficciones diversas, tantas cosas que no podremos vivir nunca en la realidad? En ocasiones, hastiado de ser uno mismo, sentir cómo el alma se te escapa hacia cualquier estímulo externo, un rostro entrevisto al paso, la sensación inefable de ser capaz de imaginar toda una vida de otredad en el fugaz instante de apresarlo con tu mirada hambrienta. Luego, pensar que quizá lo que odias de tu ciudad es la parte de ti que lleva su nombre; pensar que, cuando dejas de escuchar a ese gemelo perverso susurrarte al oído mezquindades, puedes ver resplandecer la potencialidad infinita en casi cualquier cosa (la potencialidad que le da el hecho de ser otra, algo ajeno a ti, un atajo eterno y siempre disponible hacia lo diferente, "eso que nos salva"). Hacemos lo que podemos (seguir pensando, seguir curiosopensando entonces); a cada segundo redefinimos los esquemas que creíamos inmutables, dándonos y dando al mundo, siempre, una nueva oportunidad. Si sólo pudiéramos dejar de vivir sobre raíles...

Retomando la pregunta inicial: percibir en algunos momentos, con prístina claridad, la escisión fundamental que se produce, que se produjo en un lejano momento ya olvidado, cuando decidimos que todo era mejor en la ficción; una decisión inevitable, propia de un tiempo de ficciones como el nuestro, que nos separa a nosotros mismos, en el momento de vivir una experiencia, de aquel que seríamos en una ficción sobre esa experiencia; quedará coja, así, incompleta, con una inefable sensación de pérdida, de cosa incorrecta por definición... La ficción es el camino que separa a quien eres de quien querrías ser, recitará uno entonces, en el mundo correcto que sería el mundo real si no fuera real sino ficticio. Culpar al empedrado, cómo no, y pensar con una sonrisa en una raza de hermosos soñadores que fueron seducidos en la infancia por el colorido irresistible de lo ficticio, y vivieron luego sus vidas desgarrados entre lo real y lo inexistente, entre el recuerdo de aquellas primeras imaginaciones y la constatación siempre vejatoria en comparación de lo real. Balance de luces y sombras, caminando las calles, un día cualquiera...

martes, 16 de noviembre de 2010

Terquedad de la memoria


(Puedo vivir a apenas doscientos o trescientos metros de donde vivía; puedo recorrer el mismo camino a casa, hasta un punto concreto en el que tomo otra calle, paralela a aquella que me depositaba en el que fue mi efímero hogar; por los huecos entre los edificios y los tramos de carretera que conectan ambas avenidas espiaré aquel viejo camino, aquel recorrido final que es hoy la única diferencia, y creeré verme allá a lo lejos, ensimismado como siempre en cualquier curiosopensar; recordaré, entonces, lo que escribí un día de frío como éste...)


La vida puede ser apenas un puñado de calles al paso, un edificio combado por el viento y el frío, un hogar que echarse encima como una manta en la noche, las tiendas habituales en las que entretener el camino a casa... Cuando las calles y las tiendas y el edificio y el hogar cambian, podemos decir que se clausura una vida, una de tantas, y da comienzo una nueva; en cada uno de estos giros e intersecciones muere un yo, que había florecido al calor de esa vida, y cuya pérdida -una más- lloraremos brevemente, mientras la memoria empieza a cartografiar el nuevo camino que de nuevo habremos de olvidar algún lejano día...

 

lunes, 15 de noviembre de 2010

Viajar, 6


Un autobús interurbano apareciendo renqueante, mostrando en sus ventanas hileras de otredades polvorientas, santificadas por la bendición del viaje; cuerpos hechos para ser acunados de un lado a otro, llevados en todo tipo de transportes, conducidos a la certeza de que sólo en movimiento se llega a comprender algo, a tener a tiro alguna verdad. Tallar una literatura a partir de esas epifanías, a golpes de revelaciones súbitas, modestas, casi involuntarias; una sabiduría de bolsillo, laxa, precaria como el movimiento, revisable a cada parada del camino... No necesita más equipaje el viajero.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Final del juego (Contra el tiempo, 2)


La juventud dura lo que nos diga la publicidad; cuando dejamos de sentirnos aludidos por ciertos anuncios, o cuando vemos la MTV como si estuviera dirigida a nuestros hijos no-natos, sentimos haber dejado de pertenecer a un grupo exclusivo, privilegiado por los medios de comunicación, al que se dirigen los mensajes más brillantes y prometedores que nuestra sociedad es capaz de alumbrar, en el constante empeño de recubrir de ficciones el horizonte de nuestra experiencia (¿el camino hacia la muerte?). Agotar con renuencia los últimos restos de receptividad a esos mensajes es, incluso para aquel que se consideró a sí mismo el peor joven del mundo, una tarea ardua; más allá queda la asunción definitiva de una adultez llena de fealdades, donde tantas cosas irán quedando al otro lado del deseo, aunque el deseo mismo no pueda dejar de desearlas... El proyecto de convertirse en un hombre gris, acariciado con impaciencia cuando la juventud parecía un terreno infinito lleno de presiones insostenibles, y el fracaso destellaba de romanticismo y literatura allá a lo lejos, se podría ver, así, finalmente (¿felizmente?) cumplido...

viernes, 12 de noviembre de 2010

Mujeres diciendo NO

La primera vez que una mujer te hace el valioso regalo de su indiferencia; ese día puedes cargar con el peso del mundo sobre tus hombros, vencer a todos los gigantes, subir a cualquier cima inaccesible, en una paradoja sólo aparente que se explica en el vuelco apasionado hacia todo aquello que no sea la mujer esquiva, el mundo entero del que "sólo" habrá que recortar su silueta, y que quedará, a la vez, huérfano de gracia y lleno de resplandores. Después, cuando pasen los años y las negativas se acumulen, este impulso, como todos, se irá difuminando y quedará enrarecido, y uno se sorprenderá echando de menos la pureza de aquellos primeros rechazos, que bautizaban el mundo cada vez para hacerlo de nuevo habitable para un yo herido, como la lluvia deja el mundo listo para ser vivido siempre, de nuevo, por primera vez...

jueves, 11 de noviembre de 2010

La máquina de retroceder


También una sonrisa de mujer puede ser una máquina del tiempo; la que lo haga a uno retroceder, bajo su luz beatífica, a épocas más simples del amor y el deseo...

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Hombre-burbuja

¿La fragilidad, un instrumento defensivo? Iba coleccionando ofensas, ignominias, reales o fingidas, tanto daba; la cosa era llenar ese espacio interior destinado al rencor y la tristeza, hasta que se le desbordara de nuevo y le hiciera perder la mansa adhesión por el yo correcto y educado y por la narración cotidiana en que se iba agotando imperceptiblemente, que iba deshojándolo a ojos vista... La fragilidad reconocida, asumida como tal, establece una burbuja cálida, habitable en torno a uno; reduce provisionalmente las dimensiones del mundo a ese acogedor perímetro, donde nada realmente importante queda fuera de alcance, mientras energías sutiles -que uno mismo genera- le van remendando los destrozos del día a día hasta dejarlo de nuevo listo, brillante de chapa y pintura, presto a volver al mundo y sus batallas...

Vuelos de oficina


Todos los días: mirar el mundo desde los barrotes imaginarios (pero tan sólidos) del trabajo en la oficina; bruscas ascensiones en alas de la imaginación -entre cliente y cliente- hacia los cielos perdidos de la otredad que quedaron fuera de esos muros que lo encierran a uno siete horas cuarenta y cinco minutos al día. Luego, en casa, la libertad recuperada le diluirá el ansia de huida, dejándolo en un espacio empantanado de decisiones inalcanzables por falta de combustible emotivo, la ausencia de un enemigo con rostro contra el que alzarse en rebelión furibunda. Pero antes habrá sido posible desear ardientemente la libertad, como algo nunca experimentado; saborearla en pequeñas píldoras -entre llamada y llamada-, recuerdos coloreados de una violenta tonalidad emocional, auténticas abducciones hacia lo otro que consiguen, por un fugaz instante, el milagro de estar ahí (en cualquier otro sitio), de nuevo. El pensamiento paradójicamente dulce, en fin, de que nunca será posible la libertad: siempre estaremos encerrados por barrotes más o menos tangibles, planeando hermosas huidas hacia ninguna parte, en las que abolir el presente y liberarse de la cárcel del yo...

martes, 9 de noviembre de 2010

Viajar, 5

Por la noche, con la borrasca golpeando los cristales, soñó que regresaba a la Ciudad de Todos los Vientos, donde ninguna ventana es suficiente para detener a un viento insaciable, que se busca las rendijas para colarse en las habitaciones de hotel a saludar a las visitas del extranjero ("En Montevideo el viento viene del río, viene del norte, viene del este, viene del oeste, se mete en las calles, invade las casas, entra en la cabeza de la gente, la vuelve descreída, pesimista y gris. Por culpa del viento a los tres meses de haber nacido el montevideano adquiere las características nacionales para toda la vida"). Había recalado allá con dos amigos, a los que consiguió arrastrar a un largo, interminable viaje transoceánico con la suave ayuda de lo onírico; como un último gesto de resistencia, quizá, no paraban de rezongar, preguntándole de nuevo, como tantas veces antes (en sueños y en la vigilia), por qué este lugar en concreto y no otro. Él, por respuesta, daba la callada, sonriendo apenas de medio lado. Luego, cuando intentaba tomar fotos, la cámara se le rebelaba (al menos, demos gracias, la primera "b" no era una "v"), llenándole las manos con postales turísticas salidas de sus entrañas, bellas instantáneas de un colorido impropio que se negaban tercamente, a pesar de sus esfuerzos, a reflejar aquellas escenas grises y apagadas que él intentaba enmarcar en el objetivo de la memoria...


(El fragmento entre paréntesis corresponde al libro La ciudad de todos los vientos, del autor uruguayo Carlos Liscano, comprado en la librería montevideana Puro Verso, donde el viento que lo perseguía a uno desde el hotel y la noche entraba a placer por las puertas abiertas, acompañando la habitual y tan uruguaya estampa del mate y los libros...)

domingo, 7 de noviembre de 2010

Plegaria del extranjero


"Qué feliz sería -pensó- caminando por estas mismas calles, entre estas gentes amables... si ésta no fuera mi ciudad". ¿Puede ser la extranjería el estado natural de alguien? ¿Cómo ser extranjero en la ciudad de siempre? Al pasearla, una firme decisión de la mirada "restaría" el conocimiento de las cosas, las desposeería de su nombre, olvidando convenientemente todo aquello que han significado, bueno o malo, para verlas de nuevo vírgenes, promisorias, llenas de posibilidades; para verse uno mismo vacío, extranjero, una tabula rasa sobre la que escribir una nueva vida. "Quizá hubo un tiempo -seguiría diciendo el personaje- en que me enamoré de las frías noches solitarias en alguna otra ciudad; y ahora extraño esa mordedura, ese tipo peculiar de intemperie, esa poesía a la que no todos los oídos son sensibles..."

Mi vida sin mí


"En mis mejores momentos, ni siquiera estuve presente". Momentos con la cualidad de lo literario; y es que ¿exige lo literario, como parece, una ausencia (la del yo, el sujeto de la experiencia literaria, el observador)?. ¿Se puede producir un sutilísimo desplazamiento de la mirada, como un zoom a la inversa, que nos permita desencarnarnos por un momento (no estar ahí) para vernos como el personaje de una situación que, merced a ese desplazamiento, cobra los tintes de lo literario? ¿En qué consiste esa cualidad esquiva? ¿Es eso sin nombre lo que buscamos al viajar, al acariciar la idea de trasplantarnos a otra ciudad (de trasplantar nuestra extranjería a algún lugar extranjero)?

sábado, 6 de noviembre de 2010

Carta de despedida (extracto)

(...) Sólo te preocupaba escribirme, no vivir conmigo. Siempre me mirabas de lado, encerrado en tus pensamientos, redactando mentalmente las frases con las que me acariciabas; luego te retirabas satisfecho al plácido rincón de tu indiferencia, saciado y sonriente, sin que tus manos se hubieran posado ni una sola vez sobre mí. Te bastaba poseerme con palabras, manosearme a placer allí donde nadie, ni siquiera yo, te podría disputar mi posesión (¿mi autoría?). Hiciste de nuestro noviazgo una épica historia de conquista, relatada capítulo a capítulo a todo aquel que quisiera escucharte; de nuestro matrimonio, un experimento narrativo vanguardista, o mejor, un ejercicio de entomología kafkiana, la observación minuciosa de una más de tus metamorfosis, la que surgía de la crisálida de tu viejo y gastado yo tejido con los hilos frescos de un nuevo cuerpo ajeno (...)

martes, 2 de noviembre de 2010

"A quien me quiera" (plegaria del indeciso)


Si alguien quiere regalarme algo valioso, que me haga sentir otro; que me permita olvidar quién soy y dónde vivo (si es que ambas cosas no son una sola), que actúe para mí y pinte el escenario de otro color, persuadiéndome de haber ingresado mágicamente al mundo correcto, ese que un día sentí que me esperaba al final de todas las decisiones que, lamentablemente, no llegué a tomar.

lunes, 1 de noviembre de 2010

En un café, 3

En ocasiones, sentir cómo la simple aparición de una mujer desconocida en escena, invadiendo con su presencia poderosa éste o aquel ámbito cotidiano, dispara al momento toda una línea temporal alternativa: aquella que nos uniría a la mujer en una vida otra, y de la que se recortan, en el breve instante de una mirada magnetizada, tres o cuatro imágenes fulgurantes, certeras, que nos hablan de quiénes seríamos si la amáramos... El atisbo de las otras vidas posibles, así, que reconocemos secretamente, con un relámpago de certeza impropia -enseguida, apartando la mirada con timidez para volver al yo huraño de siempre-, todos los días.