miércoles, 26 de octubre de 2011

Plebiscito popular

"Matar" (pónganse todas las comillas que se desee) al eterno joven enamoradizo, cargado de heridas y con un pasado de privaciones a cuestas, lastrado permanentemente por una fragilidad incapacitante, niño perdido en un mundo de adultos. Matarlo, o al menos objetivarlo, mirarlo desde fuera, hacerlo personaje de una historia de perdedores de esas que tanto le gustaba leer (y aspiraba algún día a escribir), imaginándose (anti)heroico protagonista de las más tristes y bellas hazañas. Mirarlo con simpatía y un punto de compasión, y asumirlo hijo infortunado, parte vulnerable -talón de Aquiles- de uno mismo, a la que abrazar y consolar de tanta derrota. O, de nuevo, matarlo, y ser sólo el otro: un personaje ficticio, desprovisto de pasado, libre de escribirse a sí mismo donde y como le venga en gana, de adoptar un nuevo nombre y una nueva nacionalidad por la mera tozudez de su deseo... Teniendo en cuenta, no olvidando, que el otro sólo puede existir en Cualquier Otra Parte.

¿Hace falta dar nombres?

5 comentarios:

  1. Lo primero: gracias por volver. Lo segundo: creo que ya tienes el inicio de tu autobiografía. Lo tercero: siento no poder profundizar más, pero los gajes paternales... ya sabes. Lo cuarto: no te librarás de mí, ni aquí ni allá.

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