Una colección de minúsculos extrañamientos, epifanías de bolsillo, miradas al paso con las que el pensamiento avanza, quizá a ninguna parte, encerrado en el laberinto interior de una polisemia: curioso pensar, este pensar curioso...
miércoles, 21 de marzo de 2012
Rescoldos (Tristeza, 2)
Curioso constatar que la tristeza se ha convertido con el correr del tiempo en un lujo; algo que durante tanto tiempo fue un "producto"de primera necesidad (como tantas otras cosas preciosas que se han descabalgado o desvanecido a lo largo del camino; como la necesidad de ser otro, o la aspiración a vivir en cualquier otra ciudad, o la pretensión de que todo tuviera que pasar por la belleza, o...) ha quedado reducido a poco más que un atisbo ocasional invocado caprichosamente por ésta o aquella minucia al paso; una tristeza "placebo", chiquita, de punta roma, que conserva poco o nada de la gloria de antiguas tristezas que se le clavaban a uno en lo más hondo y lo desangraban sin piedad, no hace tanto tiempo...
¿Se puede domesticar la tristeza? En caso afirmativo, ¿deberíamos hacerlo? ¿No será la tristeza una especie en vías de extinción? ¿No estará sometida, como todas las demás pasiones, al dictado de la edad?
Y, sobre todo: si perdemos la tristeza, ¿qué nos queda?
Creo que en la eficaz labor de condicionamiento a la que es somentido nuestro coco día a día a través de mil formas ("Fitter, happier, more productive..." como decían aquellos Radiohead del 97) esa "tristeza" de la que tu hablas (que yo más bien calificaría de "melancolía", muy lejana a la "depresión") es un lujo para aristócratas. Los robots productivos somos funcionales (felices) o disfuncionales (deprimidos), pero no tenemos tristezas con las que componer poemas.
A veces pienso que ser melancólico es en la actualidad casi un acto de dandismo. Cualquier especialista ante el que te muestres melancólico te recomendará rápidamente que te apuntes a un gimnasio.
Por cierto, muy bueo lo de ilustrar tu reflexión con la portada del mejor disco de Smashing Pumpkins, aquel que sonaba en mi casa cuando jugábamos a ser melancólicos vampiros de fin de siglo... ;-D
Y ya no sólo con la portada, sino con el vídeo de aquella canción "que tanto daño hizo" ;-) , y que aún a día de hoy no puedo escuchar sin que se me salten lagrimones como puños (de hecho me emociona mucho más ahora, cuando a sus cualidades intrínsecas, que diría el otro, se une el potente y pegajoso poder de la nostalgia...)
Buena reflexión lo de la melancolía como signo de dandismo.... Desde luego está claramente demodé. Me hierve la sangre con tu comentario sobre el especialista que te mandaría al gimnasio al menor síntoma de tristeza, me recuerda aquella etiqueta que yo usaba años ha para designar a los loqueros como "funcionarios del consenso". Casi apetecería gritarles a la cara "déjenme con mi tristeza, tengo derecho a ella!!", en lugar de seguir sus bienintencionados, bobalicones y, en resumen, absolutamente soplapollas (perdón por el exabrupto) consejos.
Está muy bien jugar a sentir. Eso es ser melancólico. Jugar con un sentimiento para realmente tenerlo alejado de ti. Quemarte con pequeños fuegos para no caer en ninguna hoguera. Pero luego está la vida real. La que quema, abrasa, carboniza.
Lo mejor, la música. Ésta y cualquier otra como sucedáneo de todas las vidas que nunca podremos vivir...
Pues eso, que si tuvieras dramas reales te intentarías alejar de la tristeza, aunque sólo fuera para escribir una frase bonita. No necesitarias fantasías para obtener ese sentimiento.
En definitiva creo que en un estado de bienestar - no puedo mencionar el término felicidad para hablar contigo, o no me tomas en serio - es sano el buscar toda clase de sentimientos, hasta los supuestamente indeseables, porque de todo se puede sacar un lado positivo, porque necesitamos estar preparados para cualquier estado de ánimo y porque ese sentimiento - melancólico, negativo, realza los diminutos y ocasionales atisbos de belleza que nos pasan al lado si vamos pululando alegremente de escaparate en fiesta, como zombis borrachos y fiesteros, muertos por dentro. Alegres por fuera, vacíos por dentro.
Eso que calificas de tristeza es el derecho a la soledad, a no estar siempre sonriente, a pensar en silencio. No es un lujo para aristócratas, es un lujo para personas inteligentes y sensibles.
Pero en realidad, si se nos "obliga" a ser felices o, en su defecto, a estar deprimidos... ¡Un momento! Voy a probar a construir la frase al revés:
Pero en realidad, si se nos "obliga" a estar deprimidos o, en su defecto, a ser felices, la melancolía se presenta como el refugio ideal para tipos como nosotros, esa evasión por la que merece la pena luchar como partisanos de la libertad (Tolkien dixit). En fin, que me parece que la melancolía o la tristeza no tienen nada de lujos, siguen siendo productos de primera necesidad (solo que están descatalogados, eso sí).
No estoy muy seguro de haberte entendido (me he perdido en las subordinadas), pero si lo que quieres decir es que hay un estado intermedio entre la felicidad vacía e impuesta y la depresión real de raíces profundas, y a ese espacio intermedio le podemos llamar "melancolía", de seguro que se puede contar conmigo como habitante eterno y orgulloso de la misma...
Creo que en la eficaz labor de condicionamiento a la que es somentido nuestro coco día a día a través de mil formas ("Fitter, happier, more productive..." como decían aquellos Radiohead del 97) esa "tristeza" de la que tu hablas (que yo más bien calificaría de "melancolía", muy lejana a la "depresión") es un lujo para aristócratas. Los robots productivos somos funcionales (felices) o disfuncionales (deprimidos), pero no tenemos tristezas con las que componer poemas.
ResponderEliminarA veces pienso que ser melancólico es en la actualidad casi un acto de dandismo. Cualquier especialista ante el que te muestres melancólico te recomendará rápidamente que te apuntes a un gimnasio.
Por cierto, muy bueo lo de ilustrar tu reflexión con la portada del mejor disco de Smashing Pumpkins, aquel que sonaba en mi casa cuando jugábamos a ser melancólicos vampiros de fin de siglo... ;-D
Y ya no sólo con la portada, sino con el vídeo de aquella canción "que tanto daño hizo" ;-) , y que aún a día de hoy no puedo escuchar sin que se me salten lagrimones como puños (de hecho me emociona mucho más ahora, cuando a sus cualidades intrínsecas, que diría el otro, se une el potente y pegajoso poder de la nostalgia...)
EliminarBuena reflexión lo de la melancolía como signo de dandismo.... Desde luego está claramente demodé. Me hierve la sangre con tu comentario sobre el especialista que te mandaría al gimnasio al menor síntoma de tristeza, me recuerda aquella etiqueta que yo usaba años ha para designar a los loqueros como "funcionarios del consenso". Casi apetecería gritarles a la cara "déjenme con mi tristeza, tengo derecho a ella!!", en lugar de seguir sus bienintencionados, bobalicones y, en resumen, absolutamente soplapollas (perdón por el exabrupto) consejos.
Está muy bien jugar a sentir. Eso es ser melancólico. Jugar con un sentimiento para realmente tenerlo alejado de ti. Quemarte con pequeños fuegos para no caer en ninguna hoguera. Pero luego está la vida real. La que quema, abrasa, carboniza.
ResponderEliminarLo mejor, la música. Ésta y cualquier otra como sucedáneo de todas las vidas que nunca podremos vivir...
Como dice una buena amiga: "Escribes tanto sobre la tristeza porque eres feliz"...
EliminarPor supuesto, el mayor de los respetos hacia las tristezas "de subsistencia" (la mía, si acaso, es de "calidad de vida")
Me suena esa frase. :P
ResponderEliminarPues eso, que si tuvieras dramas reales te intentarías alejar de la tristeza, aunque sólo fuera para escribir una frase bonita. No necesitarias fantasías para obtener ese sentimiento.
En definitiva creo que en un estado de bienestar - no puedo mencionar el término felicidad para hablar contigo, o no me tomas en serio - es sano el buscar toda clase de sentimientos, hasta los supuestamente indeseables, porque de todo se puede sacar un lado positivo, porque necesitamos estar preparados para cualquier estado de ánimo y porque ese sentimiento - melancólico, negativo, realza los diminutos y ocasionales atisbos de belleza que nos pasan al lado si vamos pululando alegremente de escaparate en fiesta, como zombis borrachos y fiesteros, muertos por dentro. Alegres por fuera, vacíos por dentro.
Eso que calificas de tristeza es el derecho a la soledad, a no estar siempre sonriente, a pensar en silencio. No es un lujo para aristócratas, es un lujo para personas inteligentes y sensibles.
(Y no, no he comentado porque me has mencionado)
Como siempre te digo: Qué grande eres, Tânia ;-)
EliminarUn placer leerte por aquí. Aunque el comentario lo escribieras sentada a mi lado en la oficina, jeje...
Pero en realidad, si se nos "obliga" a ser felices o, en su defecto, a estar deprimidos... ¡Un momento! Voy a probar a construir la frase al revés:
ResponderEliminarPero en realidad, si se nos "obliga" a estar deprimidos o, en su defecto, a ser felices, la melancolía se presenta como el refugio ideal para tipos como nosotros, esa evasión por la que merece la pena luchar como partisanos de la libertad (Tolkien dixit). En fin, que me parece que la melancolía o la tristeza no tienen nada de lujos, siguen siendo productos de primera necesidad (solo que están descatalogados, eso sí).
No estoy muy seguro de haberte entendido (me he perdido en las subordinadas), pero si lo que quieres decir es que hay un estado intermedio entre la felicidad vacía e impuesta y la depresión real de raíces profundas, y a ese espacio intermedio le podemos llamar "melancolía", de seguro que se puede contar conmigo como habitante eterno y orgulloso de la misma...
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