La mayoría de la gente juega sus fichas en el tablero-ciudad que les toca por nacimiento; pocos son quienes buscan otros tableros en los que probar nuevas o viejas estrategias, retornar las fichas a la casilla de inicio con la -vana- ilusión de empezar una partida desde cero (como si fuera tan fácil borrar las cicatrices, el peso de las decepciones padecidas). Yo sólo me he guiado por una certeza a lo largo de tantos años de partida más o menos infructuosa: no quería jugar en el tablero que me había tocado en (mala) suerte (pero tampoco conseguí, no durante el tiempo suficiente, trasplantar mis fichas a otro tablero más propicio), por lo que me vi obligado a inventar reglas nuevas, hacer trampas, oscurecer el tablero o, finalmente, abandonar la partida...
Sólo el amor me vuelve jugador de nuevo, sólo al enamorarme obtengo el arrojo necesario para volver a apostar mis fichas (y realmente es una apuesta, todo al rojo o todo al negro) en tan hostil tablero de juego, obligándome a encarnarme sobre él, a convertirme, en cierto modo, de jugador remiso a cualquier movimiento a ficha dispuesta, una vez más, a ser devorada...
El comentario fácil sería recordarte que "en el juego de tronos, o ganas o mueres", sobre todo si tu oponente es quien me figuro... pero en realidad venía yo a decir que celebro esta entrada por ingeniosa y certera, y que vaya ud. preparando un cambio de tablero para este jugador compulsivo...
ResponderEliminarEn ese juego de tronos morí hace tiempo, ahora apenas evoco lo más granado de los combates...
EliminarBienvenido a este tablero de juego, sin duda más simplón en sus reglas, variantes y posibilidades que el que has habitado tantos años... Pero también, de alguna manera, más real, menos etéreo. Ojalá la nueva partida te sea propicia..
(En esto no valen los títulos continentales cosechados en el Magic... ;-P)
A propósito, el sistema de moderación de comentarios que tienes habilitado me dice:
ResponderEliminar"Demuestra que no eres un robot."
Tengo miedo, Dave...
No lo sabía. Pero, indudablemente, viene al pelo de la imagen que corona este post: la pantalla del ordenador beligerante de la peli ochentera "Juegos de guerra", llegando a una conclusión lógica y horrísona que firmaría el mismísimo Julio Abelenda...
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