jueves, 5 de julio de 2012

Consideraciones en torno a (Tristeza, 3)


Habitar de nuevo la tristeza; habitar, de nuevo, este cuaderno. La tristeza enlentece la mirada, lo envuelve a uno en un líquido amniótico al que apenas lejanamente alcanza lo de fuera, como una retransmisión en diferido en la que las cosas llegan una a una, distintas y por turno, por una vez aprensibles. Alguien enamorado de su tristeza; de, como decía Ibsen, la ridícula necesidad de estar triste. ¿Es la tristeza una de las formas de la sabiduría o, por contra, uno de los más flagrantes fracasos de la inteligencia? La tristeza, en fin, como un bloque de hielo que preserva el cuerpo y avejenta el alma, manteniendo al niño herido asomado a los rasgos del adulto tembloroso...

No hay comentarios:

Publicar un comentario