miércoles, 11 de julio de 2012

Dictadura (Contra el tiempo, 4)

Curioso pensar: mi vida, últimamente (en este últimamente que viene durando ya varios años) se ha convertido en una vida; es decir, ya no puede ser, como tantas veces soñé (en esa prolongadísima adolescencia que duró, aproximadamente, hasta el comienzo de mi actual trabajo) todas las vidas... Una obviedad manifiesta, que sin embargo sólo se experimenta como tal cuando uno siente haberse convertido, para bien o para mal (más frecuentemente, en uno u otro de los infinitos grados intermedios entre ambas categorías) en uno mismo; alguien con pasiones de carne y hueso, personas y no personajes habitando su vida desde la a menudo dolorosa proximidad que nunca tuvo la hoja en blanco...

Dos, tres temas fundamentales dominarán entonces la narración interior que uno se va haciendo de su vida, y que el ritmo acelerado que han cobrado las cosas en los últimos tiempos convierte en inconsciente, connatural, epidérmica: alguna pasión perennemente insatisfecha, alguna frustración de hondas raíces, el cansino machaque de las rutinas del trabajo, el bailoteo bobalicón e hipnótico de las pequeñeces del día a día... En esto se resumirá, para estas coordenadas del tiempo y el espacio, todo lo que uno pueda decir de sí mismo: eso que, con creciente convencimiento, uno va llamando su identidad...

Y sin embargo, a veces... A veces un viejo tema destellará entre el rumiar de lo cotidiano, con el brillo de un tesoro escondido en la basura; valdrá casi cualquier cosa -pues el recuerdo es azaroso y no desprecia lo minúsculo-, mientras haya en ello un atisbo del otro que uno, un día que día a día se va perdiendo en el conjunto indistinto de los días, fue breve, rotunda y absolutamente...

Y se volverá a ser eso, arrastrado por la fuerza gravitacional del recuerdo, durante un instante de vértigo que durará menos de lo que se tarda en ponerlo en palabras, en resumirlo en este curiosopensar. Pues enseguida la policía del presente, siempre celosa del orden tan duramente impuesto en una vida, disolverá tal congregación de recuerdos -indignados por ser sometidos al olvido-, sacándolo a uno de su ensimismamiento con los cantos de sirena (de coche patrulla) de la sobriedad, la ley (marcial) del aquí y el ahora, el sometimiento a la dictadura militar del presente...

Y uno seguirá recorriéndose estérilmente por los caminos de esta pasión insatisfecha, aquella frustración enquistada, la feliz tontería cotidiana en la que extraviar las preguntas a las que ya no se les busca respuesta...

Qué otra cosa podría hacer.

(Y sin embargo, a veces... A veces es posible atisbar un futuro feliz, un triste futuro de personaje de Onetti, acodado permanentemente a las ventanas de la memoria, recordando, reformulando y reescribiendo una y otra vez los mismos, únicos, esenciales momentos en los que una vida se definió, para bien o para mal, o para cualquiera de los infinitos grados intermedios en los que el gris va disolviendo el lento correr de los días...)


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