Curioso contemplar, desde la atalaya de este café, la luz mortecina de aquel otro que, apostado sobre este mismo parque, albergó años ha a mi yo de antes de la vida, siempre garrapateando sobre un cuaderno mientras le inventaba los gestos y el futuro a ese personaje en el que no llegaría a convertirse… No creo faltar a la verdad ni rendirme a la nostalgia si recuerdo que en aquel tiempo perdido la luz interior era más potente y las mesas estaban casi siempre ocupadas; y me parece adecuado verlo hoy así en la distancia, vacío y apagado, casi en tonos sepia, como si fuera un fantasma de sí mismo, igual que es un fantasma de lo que fue o quiso ser quien ahora lo vigila desde este otro café que alberga regularmente al hombre en el que el personaje no tuvo más remedio que traicionarse…
Esta musiquina le gusta mucho a Hannibal Lecter
ResponderEliminarAlgún día deberíamos hacer un mapa de los cafés que dejaron de ser en esta ciudad. Tal vez así nos encontremos a nosotros mismos.
ResponderEliminarWelcome back, Mr. Kent.