Todo el mundo tiene un pasado, pensaba el escritor al observar, por ejemplo, la inverosímil motocicleta de alta cilindrada que conducía la tímida, casi modosa camarera de su cafetería favorita; ese pasado dificultaba, como tantas veces antes, que él pudiera pensar seriamente en "hacerse persona" (real, además) a su lado. Es la pesadez de los hechos consumados, la propia pesadez de la vida la que le impide dar el paso hacia ella -hacia la camarera, hacia la vida misma-, carente de esa flexibilidad, ese presente eterno de los personajes que no llegan a devenir personas, de la vida felizmente detenida en la mirada. Pero dónde encuentro personajes, dónde personas sin historia, concluye el escritor, tratando de engullir con dificultad, en un trago del café, su propio pasado.
Bienvenido. Todo lo importante debería ocurrir en otoño.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Gracias por seguir ahí.
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