"Matar" (pónganse todas las comillas que se desee) al eterno joven enamoradizo, cargado de heridas y con un pasado de privaciones a cuestas, lastrado permanentemente por una fragilidad incapacitante, niño perdido en un mundo de adultos. Matarlo, o al menos objetivarlo, mirarlo desde fuera, hacerlo personaje de una historia de perdedores de esas que tanto le gustaba leer (y aspiraba algún día a escribir), imaginándose (anti)heroico protagonista de las más tristes y bellas hazañas. Mirarlo con simpatía y un punto de compasión, y asumirlo hijo infortunado, parte vulnerable -talón de Aquiles- de uno mismo, a la que abrazar y consolar de tanta derrota. O, de nuevo, matarlo, y ser sólo el otro: un personaje ficticio, desprovisto de pasado, libre de escribirse a sí mismo donde y como le venga en gana, de adoptar un nuevo nombre y una nueva nacionalidad por la mera tozudez de su deseo... Teniendo en cuenta, no olvidando, que el otro sólo puede existir en Cualquier Otra Parte.
¿Hace falta dar nombres?
Lo primero: gracias por volver. Lo segundo: creo que ya tienes el inicio de tu autobiografía. Lo tercero: siento no poder profundizar más, pero los gajes paternales... ya sabes. Lo cuarto: no te librarás de mí, ni aquí ni allá.
ResponderEliminarSuena a amenaza, pero thanx anyway ;-)
ResponderEliminarNo se puede añadir nada. Impecable.
ResponderEliminar¿Lo firmarías? ;-)
ResponderEliminarTotalmente.
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