lunes, 11 de abril de 2011

Primavera, 1


Con el cambio de estación, las cosas entran en un estado de efervescencia; no son propiamente ellas mismas, sino que, como en una doble o triple exposición, es posible atisbar en ellas lo que fueron (en un pasado que parecía ya inalcanzable) y lo que podrían ser (en cualquiera de los múltiples, vagos futuros que se le despliegan a uno tentadores al paso). Los perfiles se desdibujan, la costumbre se relaja y la mirada se enlentece, enredándose con indolencia en todo lo que toca, desrealizando la realidad habitualmente tan pesada, saciada de sí misma; el resultado es un mundo casi fantasmal, gozosamente surrealista, esculpido con la técnica del puntillismo, donde las cosas al paso laten y vibran con el magma que lo sacude a uno por dentro, vertiéndosele desde los ojos hacia la ciudad de nuevo promisoria... Al calor rabioso del día sucede una brisa vivificante en la noche; el cuerpo no sabe hacia cuál de los dos polos inclinarse, y la carne se le inflama de sueños tan postergados, soñados de nuevo por primera vez. La máquina del tiempo se ha vuelto a poner en marcha, y durante unos días afortunados será posible revivir el descubrimiento de la primera (única) primavera, ésa inmemorial y eterna que, unos días al año, se manifiesta en todo su esplendor para goce del cuerpo y el alma...

2 comentarios: