lunes, 28 de noviembre de 2011

La carta (Deseo, 15)

En el sueño, después de haberle ignorado sistemáticamente durante el resto de aquel extraño viaje -que resultaba imposible determinar, aun con retorcida lógica onírica, si respondía al placer o al trabajo-, ella se le acercaba insinuante y, arqueándose sobre él (y aceptándole, esta vez sí, una caricia en la tan maltratada espalda), y mientras le contaba cualquier cosa banal, le entregó una carta; él comenzó a leerla para descubrir enseguida que el papel -¡extraña paradoja en alguien que desconfiaba tanto de la palabra escrita!- decía todo aquello que ella callaba, sus sentimientos, sus razones, su propia versión de la insólita historia que ellos dos venían viviendo desde hacía ya tanto tiempo, y que él nunca había llegado a desentrañar... Sin embargo, antes de conseguir aprehender algo de todo ello, antes de fijarlo de alguna manera en su memoria, el sueño comenzó a desvanecerse difuminando las palabras escritas y las verdades atisbadas en ellas, y, mientras el soñador ascendía con vértigo inverso a la superficie de las aguas de la realidad, apenas algunas letras, como briznas de hierba de un precipicio del que se hubiera despeñado, le restaban en las manos crispadas al emerger renuente a un nuevo día sin ella...

3 comentarios:

  1. A veces en el sueño obtenemos respuestas oníricas a incógnitas que nos persiguen desde hace tiempo... El anhelo de saber la razón, la causa, es tan grande que al despertar se siente cierto alivio aunque sepamos que la respuesta está fuera de toda realidad. No es el caso de tu soñador, por lo que veo, que sigue sufriendo en su búsqueda no resuelta... Curiosa pensadora Libelular.

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  2. En efecto, amiga libelular (o, simplemente, "María" ;-), mi soñador despierta angustiado, con la sensación de haber dejado escapar en el sueño las verdades que ya apenas espera descubrir en la realidad. Pues es sabido que los sueños susurran al oído verdades que se nos escapan en la vigilia...

    Me apetece mucho verte, a ver si, cuando vuelva de mi nuevo exilio montevideano, perdón, portuense (por Oporto) nos tomamos un café/cerveza.

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  3. A mí también, amigo Abelenda, cuente con ello, deme un toque cuando vuelva de la Venecia del Norte Ibérico. Besos.

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