viernes, 11 de noviembre de 2011

Mujer rodeada de palabras


Curioso pensar que un día creyera que la palabra podía ser la más dulce de las caricias ("y para la mujer amada con palabras, ninguna otra caricia será suficiente"). Hoy mis mejores palabras se estrellan contra el muro de una mujer, ciega a los arabescos de la tinta sobre el papel o al píxel tiznado de negro en una pantalla que, por una vez, quiere emitir la nada frecuente radiación del amor... Mujer que el deseo (el mismo deseo que la imagina, tres entradas más abajo, con ojos verdes-no-azules) quiere y teme hambrienta de gestos, no de palabras; de actos, no de intenciones; de caricias, no de promesas por escrito como cheques al portador que el miedo hará imposible cobrar nunca... Mujer que la realidad descubre inconmovible al tacto del verbo, impasible al sufrimiento que no se le derrama ardiente en el oído, frígida a la palabra que sólo la arremete desde la fría distancia líquida de una pantalla...

Mujer irreductible, inexplicable, infranqueable, inaccesible; mujer, al cabo, en torno a la cual se estrellan y se rompen impotentes todas las palabras...



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