Miraba con envidia a las parejas que se besaban en el parque y soñaba con historias fantásticas apenas me atraía una mujer, aunque fuera una transeúnte fugaz en una vereda. Los vicios de mi naturaleza soñadora me habían llevado a poblar mis noches en el apartamento con fabulaciones que prefiero no relatar. Las mujeres que alguna vez estuvieron conmigo aparecían borradas por la niebla de los recuerdos. La última de ellas, Lourdes, vivía un matrimonio próspero y no tenía mayores noticias de ella.
Quería apartarme de los seres humanos pero buscaba a una mujer concreta. Mi natural deseo de tocar un cuerpo y hablar con un alma en la oscuridad me empujaba hacia fuera. Todo hombre o mujer, en forma real o imaginaria, vive al menos una gran historia de amor, casi siempre infeliz, en su vida. Yo no había pasado por la mía y creo que eso explicaba lo que ocurrió, y cómo mi reacción, que quizá no hubiera tenido en una situación normal, me llevó a involucrarme en una historia que sólo ahora, tantos años después, me atrevo a ordenar.
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Si queréis saber cómo continúan las desventuras de este narrador, sólo tenéis que buscar el libro en el catálogo de la editorial Pre-Textos...
Casi mejor me lo prestas :P
ResponderEliminarTiene muy buena pinta, la verdad, el segundo párrafo me ha parecido particularmente doloroso.
PAINFUL!! ;-)
ResponderEliminarBien, vais compareciendo, uno a uno... El que no se sienta identificado con estas palabras que tire la primera piedra...
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