Unas pocas horas en las que el amor y el deseo bailan su danza siempre mortal pueden ser suficientes para trastocar toda una geografía de lo cotidiano: la del ámbito que cansada, desganadamente se habita a diario, los insípidos espacios comunes de una oficina (pasillos, salas de reuniones, lugares de tránsito apenas a los que nunca se les dedica una segunda mirada)... Ahora en cambio, al recorrerlos, se podrá apreciar sobre ellos -como imágenes borrosas y semitraslúcidas haciendo rielar el fondo de pladur y yeso- las escenas que el recuerdo invoca y que, literalmente, embrujarán los días subsiguientes en la oficina para quien así las vivió y ha quedado maldito por ellas: el feliz cadáver que dejaron a su paso unas palabras disparadas al corazón, mientras la asesina se perdía entre la multitud festejante; el brillo rojizo como la sangre de una cabellera que la víctima, recién resucitada, buscará una y otra vez entre el borroso mar de figuras, sin terminar de asirlo nunca; la huella imprecisa -imprecisa, sólo, en el recuerdo- de un tacto, al fin, presuntamente inocente, pero que ocultará en cambio la radical culpabilidad del amor...
¿Alguien sabe el número de teléfono de un cazafantasmas?...
ResponderEliminarPara qué lo quieres, si ya tienes el número del fantasma...
ResponderEliminarBello fantasma, a fe mía... Con espíritus así, uno querría ser medium a tiempo completo ;-)
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