lunes, 3 de enero de 2011

Jugar a perder


A veces es necesario perder algo, o a alguien; provocarse una pérdida, para despertar a una realidad de objetos nuevos, redescubiertos, de perfiles nuevamente visibles, despejada la bruma de la costumbre. Jugar a perder; un simulacro que revitaliza, que insufla vida a lo que resta, que obliga al movimiento hacia lo otro; un juego amoral, quizá inmoral, tanto como necesario. En la huida, en la pérdida, es posible recuperar una visión del mundo; es el cuarto de juegos, que viene a rescatarlo a uno del mundo de los otros dándole una sensación de orden, de autonomía y sentido (es tan difícil construir el sentido junto a los demás, tan difícil coincidir en este o aquel sentido, que la única forma de alcanzarlo y retenerlo al lado de uno parece ser retomar la narración en solitario).

4 comentarios:

  1. N. del T. Si me lo permite utilizaré, de nuevo, el ensayo "Sobre el amor y otros sentimientos humanos" donde James H. Nowell plantea la siguiente cuestión: "¿Merece la pena pasar la vida echando de menos lo que un día se dejó perder por un simple despecho o es más lógico seguir luchando hasta conseguirlo pasando por encima de cualquier impedimento sea el que sea? ¿Merece más la pena un tormento hasta el fin de la vida preguntándonos "¿y si...?" o la satisfacción de seguir en la brega hasta nuestro deceso sabiendo que hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano? Así, han transcurrido mis días con esa eterna cuestión y..." Yo, simple traductor le pregunto: ¿No estará buscando en esos objetos nuevos algo que le recuerde lo que dejó -o quiere dejar- perder? ¿No es mejor tener el original en vez de un reflejo? Recuerde que un reflejo nunca colmará los deseos de una vida; no es más que un placebo (creo que me he liado)

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  2. Estimado Nowell (o su traductor-medium), llamo su atención sobre la palabra utilizada: "simulacro". Jugar a perder es sólo eso, un jugueteo, el manoseo de una idea que, sólo de acariciarla, produce una violenta reacción hacia lo otro, un impulso hacia el resto de cosas del mundo (de un mundo, ay, sin Ella). Más a más, podría afirmar que nunca nos sentimos tan vivos como cuando sufrimos (o "simulamos") una pérdida: el mundo nos ha mostrado un límite, sí, pero nunca nos hemos sentido tan desesperadamente atraidos por todo lo demás, que adquiere de repente la fuerza de atracción de un agujero negro (precisamente para llenar el inmenso agujero que, como demuestra gráficamente la ilustración de esta entrada, ha dejado la pérdida sufrida o simulada).

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  3. A veces pienso que necesitarías perder a alguien a quien REALMENTE amases. Dejarías de hacer tanta literatura de evasión sobre este tema, ya que el dolor te paralizaría...

    (Y que conste que no va con mala intención... ;-D)

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  4. Eso ya sucedió. Mientras jugaba a perder a esa persona, recurrí frecuentemente a la literatura, para distanciarme, para que aquello no quemara tanto. Una vez perdida (varias veces perdida, en realidad), tuve que volcarme hacia la vida, como retrato en esta entrada.

    De buen rollito, cómo no... ;-)

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