martes, 4 de enero de 2011

Ritual (En un café, 4)


Empezar todo por un gesto convencional, arbitrario, que desencadene el resto; puede servir cualquier cosa (disponer los elementos usuales sobre la mesa en un determinado orden, por ejemplo) mientras se le pueda atribuir el necesario contenido simbólico. Luego dar un doble paso, adelante para decirle al mundo “yo te narro”, atrás para oscurecerse y desaparecerse de uno mismo, ofreciéndose como receptáculo de lo otro. Siempre hubo algo que ayudó, una posición que me desestabilizaba, obligándome a crear mis propios asideros: la relativa indefensión de hallarme a solas en un café, con la tarde por delante y un cuaderno abierto sobre la mesa. Expuesto a las miradas ajenas, era urgente crearme un yo, que hacía crecer en torno a la palabra y a una mirada anclada a ese punto del mundo pero a la vez descentrada, excéntrica, creadora de instancias narrativas que habitar con ventaja.

2 comentarios:

  1. Si pudiéramos abandonar por un lapso de tiempo nuestros rituales, que de una u otra forma compartimos. Si pudiésemos vivir en la intuición y no en el pensamiento abstracto...

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  2. ...La cagaríamos igual. Y es que, si cuando lo planeamos todo meticulosamente al final nos sale mal, desatados a la intuición somos capaces de las mayores catástrofes... ;-P

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