Contemplo a día de hoy tu madurez serena, por la que no recibes sino alabanzas; dicen que estás en tu mejor momento, fuerte y creativa, superviviente de ti misma, de una juventud tumultuosa demasiado tiempo prolongada, puro sueño de rock y noches insomnes que no dejaron, sin embargo, poso alguno en tu belleza. El tiempo nos ha amigado, y ahora podemos hablar sin miedo a las barreras de entonces, la mía de chico bueno, tímido y poco experimentado, que te miraba -siempre de lejos- con adoración teñida de pánico; la tuya de cruel y caprichosa diosa del deseo ajeno, que manejabas con látigo firme y sabiduría inmemorial de hembra de bandera, en noches interminables en las que, sólo cuando decidías retirarte agotada, el sol se atrevía a salir de nuevo... Sin embargo, ay, amiga, debo decirte algo: cuando se es tan bella como tú, crecer y hacerse adulta (y casarse, y tener hijos, y tantas otras claudicaciones) puede ser el peor de los pecados... Y debo confesar que cada vez que te miro, aún hoy, no puedo sino ver, tras la serenidad que ha suavizado con el tiempo tus rasgos perfectos, a aquella otra tú, aquella que fuiste entonces; y sé -y me odio por ello- que nunca te amaré tanto como amé a aquella diosa inalcanzable que reinó implacable sobre mis fantasías... Pero lo peor no es eso; mi condena es saber que también tú, por muchos logros que alcances, por mucha sabiduría que acumules, no podrás librarte jamás de una oscura sensación de pérdida bulléndote en las entrañas, la pérdida de algo precioso e irrecuperable que te hubieran arrancado de dentro, una parte de ti que ardió, hace ya tantos años, como una estrella fugaz -inconsciente de su fugacidad- en las únicas noches verdaderas que nos es dado conocer en vida... Pues esa y no otra, amiga, es la maldición de las mujeres cruel, sobrenaturalmente bellas. Como tú.(N.del T.: La foto que acompaña el texto pertenece a Christina Rosenvinge, a quien evidente -y lamentablemente- no conozco, pero cuya belleza sobrenatural, que la edad y el paso del tiempo respetan casi con reverencia, ha inspirado este pequeño "what if"...)









Y todo ello, en realidad, no sería más que la historia a fragmentos que escribe un hombre de nuestro tiempo, de nuestro mundo, para conjurar su propia sensación de pérdida ante el abandono inexplicado e insoslayable que acaba de sufrir por parte de la mujer que ama... Como tantas veces antes, como ha hecho toda su vida, combatirá la enorme sensación de vacío mediante la escritura, alumbrando todo un universo futuro consagrado al olvido pero que, a la postre, no hará sino recordarle aquello que querría eliminar del disco duro de su alma. Y descubrirá, así, que las heridas reales, las de carne y hueso, no se pueden borrar simplemente pulsando un botón, o rompiendo en mil pedazos una hoja de papel...








