miércoles, 23 de febrero de 2011

Diálogo a una sola voz

Qué cantidad de gestos gastados para con uno mismo, gestos heroicos, gestos de renuncia, aspavientos que nadie más percibirá, pese a ir secretamente destinados, en realidad, a los otros (frecuentemente, a ella). Una comunicación imposible, pues no existe otro receptor que el mismo que emite esos mudos mensajes desesperados; luego, casi siempre, en apenas un parpadeo, la realidad -un gesto cálido, una sonrisa llena de promesas, el azar de unas palabras afortunadas que, sin saberlo, responden a una pregunta nunca formulada- desarbolará enseguida tanto ridículo heroísmo, y será posible volver a la serena narración de todos los días, en espera... ¿de qué?

3 comentarios:

  1. Da miedo el punto muerto del silencio de los demás, sobre todo cuando se espera de ellos ese gesto, por minúsculo que sea, ¿verdad? La sensación de hablarle a la pared es frustrante, pero, cuando te responde alguien aunque sea con una mueca... parece que tocamos el cielo. Incluso, en esos momentos, nos da igual no escuchar lo que estamos esperando...
    Pero, no debemos olvidar que, a veces, aunque no nos respondan y tengamos la sensación de estar haciendo un monólogo, hay alguien que, en silencio, por lo que sea, no nos responde por esa misma sensación, temiendo no obtener respuesta, si la que nos ha dado no es la acertada.

    Gracias por volver.

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  2. En espera de poder seguir esperando, acaso.
    Buena entrada.

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  3. Gracias a ambos. Precisamente, tras mi pataleta de hace poco, vuelvo a sentir que no estoy monologando, sino que tengo lectores amables e inteligentes que de vez en cuando tienen a bien comentar mis escritos. Y eso es la sal de la vida para un escritor (bueno, y también para mí...;-P)

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