lunes, 7 de febrero de 2011

Hijos míos


Un personaje huye a cualquier otra parte, buscando el mito de Elsewhere: el lugar que está en todos los lugares salvo en aquel del que uno, un día, huirá para vivir al fin la vida correcta que siempre creyó merecer. Otro personaje huye dentro de su propia ciudad, sin violentar su existencia cotidiana más que mediante pequeños actos de terrorismo íntimo, sabedor de que la huida perfecta es la que permanece invisible salvo para uno mismo. Varias almas descarriadas se exilian en la Ciudad Oscura, que resume todas las ciudades oscuras, indistinguibles en las que desvanecerse en el consuelo de un vivir brumoso y uniforme. Hay quien busca la patria de su tristeza en una ciudad lejana, donde, sacudido sin piedad por el viento que viene del Río, dejarse acunar por las palabras cínicas y descreídas (y sin embargo extraña, paradójicamente conmovedoras) del Escritor que ha dado a la ciudad su mito. Un puñado de seres en estado de naufragio permanente, en fin, huyen hacia el pasado común en el que creyeron brillar jóvenes y hermosos, mientras hacen amargo recuento de las derrotas acumuladas con el tiempo...

Hijos míos (hijos nonatos), con los que me encuentro a menudo a la vuelta de cualquier esquina, en los escenarios tan cercanos en los que los soñé (los escenarios, al cabo, de los que me tenían que ayudar a huir); me congelan entonces, cada vez y todas las veces, con su mirada de bruma, para preguntarme todos la misma muda, terrible pregunta: ¿por qué tienes tú más derecho a existir que nosotros?...

2 comentarios:

  1. ¿No será, en cambio, que ellos existen más que tú? Porque si nos atenemos a la potencialidad, ellos aún pueden existir (es decir, seguir insistiendo) mientras que tú, hábil pero difuso cronista de las sombras, has renunciado a ser como ellos.

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  2. Más bien, ellos querrían que yo existiera un poco menos (o bastante menos, a juzgar por lo absorbente que fue siempre la experiencia de la escritura) para que ellos finalmente pudieran "encarnarse" en tinta y papel (única existencia posible más allá de mi mente). Y no les niego la razón. Lo que sucede es que, claro está, hay que vivir (lo digo casi con lástima), dejarse enredar una vez más por la vieja telaraña de ilusiones, incluso aunque a la postre uno acabe siempre decepcionado...

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