martes, 15 de febrero de 2011

Montevideo Blues


Ir acumulando ofensas e ignominias, reales o imaginarias, tanto da; ir llenando ese espacio interior destinado al rencor y la tristeza, al rechazo orgulloso de lo real en su conjunto, hasta que desborde de nuevo y uno pierda la adhesión por el correcto y civilizado yo, siempre ansioso por agradar a todos, que había estado interpretando con un convencimiento propio de mejores causas. Entonces se invertirá de nuevo el ciclo de los estados de ánimo, que como las estaciones del año cambian con los vientos en un eterno fluctuar que, ay, no parece llevar a ninguna parte más que a su propia y gastada repetición... Y, pronto, como tantas veces antes desde su descubrimiento (¿desde su fundación?) Montevideo se recortará de nuevo en el paisaje del alma, dando eco a una necesidad de heterodoxia y de rebeldía (callada rebeldía, tan uruguaya), y ofreciéndose naturalmente a acoger las nuevas heridas, a calmar los nuevos dolores, a hospedar, quizá, los pasos que algún día se den en busca de un clima más benigno...

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