miércoles, 23 de marzo de 2011

Mirar a otro lado


Quizá haya llegado el momento de admitir que no merecemos más ser el objeto de nuestros propios escritos, protagonistas de nuestro propio escrutinio literario; lo fuimos entonces, cuando disfrutábamos inconscientemente (pero no sin escritura, más bien al contrario: sobrecargados, inflados de escritura) de la gracia de los comienzos, y toda experiencia, cualquier minucia psicológica tenía que ser puesta en palabras, pues debía ayudar a construir al yo futuro. Desde entonces ha sucedido una sola cosa: nos hemos hecho (o dejado hacer, que es lo mismo). Y, mientras la desmemoria no nos permita olvidar todo lo aprendido en estos años, habrá que fijar la atención (la atención literaria) en aquellos que están aún por hacerse, cuya imagen imprecisa oscila entre todas las posibilidades del ser. Ésas serán las personas, los personajes, a quienes se pueda aún aplicar la presunción de inocencia, que los exima del peor crimen de todos: el de crecer, hacerse, deshacerse.

...O bien, se puede intentar verse de nuevo a uno mismo como un personaje, a base de borrar selectivamente todo lo que sucedió en los últimos años y le despojó de tal condición (convirtiéndole, supongo, en una persona); retomarse como se era años ha, antes de la vida, cuando aún todo se sentía posible, todo le podía suceder al joven lleno de promesas por el que, una vez más, se podrá sentir una cálida simpatía, siempre y cuando uno no caiga en la tentación de creerse, todavía, él.

7 comentarios:

  1. Desde hace algunas entradas*, tengo la sensación -corrígeme si me equivoco- de que el personaje se está enfrentando con su creador (literario; el otro, quizá ni existe). Parece que el protagonista se queja de la experiencia adquirida tras deambular por los derroteros prescritos por su autor. Es como un "¡Basta ya!", una necesidad de deconstrucción exigida al creador, una vuelta al origen mismo de la existencia de los "otros" (nosotros) para, en esta ocasión, sí ser el carácter (uso este término jugando con el sentido British (character) y el español) que se enfrente a la realidad diciendo "¡Ahora, mando yo y tú, realidad, no me das miedo!".

    Es como si quisieras darle otro sentido a lo que escribes, pero aun no sabes cómo hacerlo. Pero, estoy convencido de que, con empeño y tu calidad, lo conseguirás.

    .............
    *De hecho, creo que el primer conato de sublevación fue aquella entrada que ponía fin al blog. Gracias a que sólo se quedó en eso.

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  2. Quizá se trate de eso, amigo Nowell, pero me inclino más por la posibilidad de que sólo sea un nuevo requiebro del "creador" para luego seguir con la misma milonga a la que nos tiene (bien) acostumbrados.

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  3. Intento quedarme con la segunda opción que propones. No puedo estar más de acuerdo con tus últimas entradas, amigo.

    Seguimos leyéndonos...

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  4. Nowell, ¿en qué momento me convertí en el protagonista de "Niebla"? ;-)

    Agus, lo del gusto por milonguear lo llevo en la sangre, siquiera en la sangre "adoptiva"...

    Vaya vaya, si esta entrada ha servido para que el ilustre señor Benítez vuelva a frecuentar estos pagos blogueros, la doy por bien empleada... Bienvenido de nuevo, amigo.

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  5. Querido Augusto Pérez...o, ¿debería decir Julio Abelenda?

    Nosotros no nos hemos convertido en nada; hemos nacido de la mano de un autor que lleva nuestros desginios a su antojo garabateando en un papel. No dejamos de ser "The Paper Men".

    Lo que quería decir en mi anterior comentario es que tengo la sensación de que quieres despojarte de todo lo anterior para empezar de nuevo -ya no sé si para regresar con esa milonga de la que hablan Javier y Agustín (Perilla y Careta, aprovecho la ocasión para saludaros)- y reiniciar la trama argumental (que tanto me gusta, por cierto) desde una nueva focalización. Es una especie de proceso de involución que aunque te lleve al mismo destino lo hará a través de otros intrincados caminos que quizás ya hayas explorado y de los que no nos has contado nada todavía. Tengo la sensación de que quieres reinventarte. La cuestión es que cuando persona y personaje son la misma persona sólo queda la sublevación contra el propio autor-creador.

    Finalmente, creo que sí, que todos somos un poco Augusto Pérez, ¿verdad?

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  6. Touché, amigo Nowell... Pero este personaje, si acaso, se queja de la dejación de funciones de su autor a la hora de narrarlo. El personaje anda algo mustio, demasiado sometido a las anodinas andanzas de su mode lo real (¿su autor?), exigiendo a voz en grito (en estas últimas entradas) un poco más de alegría, de "vidilla"... de mentira. Léase mi última entrada, y se aclarará cualquier duda al respecto.

    Lo que es cierto es que me voy dando cuenta de que el personaje debe independizarse un poco del autor... En tiempos, cuando el autor era aún una persona por hacer, la identificación los benefició a ambos. Hoy, con el autor hecho y deshecho, el personaje se muere de aburrimiento... Y clama por volver a hollar otros cielos.

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  7. La solución, acaso, y a la oscura luz de tu última entrada, sea dejar de contarse a uno mismo. Hay tantos lugares a donde mirar aparte del propio ombligo...

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