domingo, 17 de octubre de 2010

Crónicas de autobús, 2

Una historia vitalista, para variar: la de la bella desconocida que lo mira a uno fija, indefiniblemente al ingresar al autobús; que no le despega los ojos de encima mientras desfila hacia su asiento, clavándole en la nuca, una vez acomodado, una mirada que se siente afilada y misteriosa... Uno, un poco encogido, barajará entonces las más rocambolescas hipótesis para justificar tan inusitado escrutinio, hasta desembocar -tentación inevitable- en la ciencia-ficción... Así, alumbrará en unos pocos minutos toda una odisea galáctica, la del héroe destinado a salvar el futuro que vive en el presente una vida de individuo anónimo, anodino, poca cosa, ignorante del crucial papel que le reserva el destino en forma de invasión extraterrestre, rebelión de las máquinas o cataclismos temporales varios... Héroe que sólo saldrá del plácido letargo en que transcurre su existencia por la irrupción de una guerrera despampanante de armas tomar -su partenaire en ese mañana glorioso- que se le aproximará sutilmente, disfrazada de provinciana habitante del pasado, para abordarle al fin en cualquier recodo de su deambular cotidiano; por ejemplo en el autobús que, somnoliento, él aborda todos los días para desplazarse al hastío (pronto añorado en medio de las explosiones, ráfagas láser y saltos al hiperespacio) de su lugar de trabajo...

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