jueves, 6 de enero de 2011

Dejen todo en mis manos

Traigo hoy de nuevo palabras ajenas, que cierto comentario en este blog me ha traído a la memoria; las que encabezan la deliciosa novela Dejen todo en mis manos, del inclasificable autor uruguayo Mario Levrero... Un interludio cómico, apetecible en un blog que suele rozar el tremendismo.


-La novela es buena -dijo el Gordo, e hizo una pausa significativa-. Pero...

Podía habérmelo imaginado, porque sé desde hace unos cuantos años que mis novelas pertenecen a esa clase; buenas, pero... Los críticos se esfuerzan por clasificar mi literatura como perteneciente a tal o cual categoría, pero los editores son más realistas, y unánimes; hay una sola categoría posible para mi literatura: buena, pero...

Levanté una mano como para detener el tránsito.

-Perfecto -dije-. Ya entendí. Ahorrate el discurso.

Eso, desde luego, no era posible. El Gordo debía forzosamente vomitar su discurso culpable, y yo lo debía soportar, pues forma parte del ser nacional. Hay algo terriblemente culpable en el hecho mismo de ser uruguayo, y por lo tanto nos resulta imposible decir no clara, franca y definitivamente. Es preciso agregar un enorme palabrerío para justificar ese no, siempre y cuando lleguemos a pronunciarlo; más a menudo nos enredamos en transacciones complicadas, viciadas de irrealidad, que suelen conducir a desastres monumentales.

Escuché, pues, con resignación, sobre las actuales dificultades de la industria editorial en nuestro país, como si fuera un tema novedoso, como si el Gordo lo hubiera descubierto tras profundas meditaciones y encuestas. Como si en nuestro país existiera una industria editorial. Como si nuestro país fuera un país.

(.....)


Lo que sigue es una especie de novela negra a-la-uruguaya, centrada en el mundillo literario, con un protagonista irresistible, un escritor torpe, desmañado e hipocondriaco, dueño de una voz que revela en sordina todo la socarronería que se concentra en esa orilla del Río de la Plata. Si os animáis, hay dos ediciones recientes, una en Caballo de Troya y otra en Mondadori...

3 comentarios:

  1. La entrada es buena, pero... pero apetece leer la novela, qué diantre. Aunque solo sea por buscar más joyas como eso de "viciadas de irrealidad".
    ¡Viva el Uruguay!

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  2. ¡Que viva! Todo ese párrafo es impagable, un auténtico monumento al humor del absurdo, pero yo destacaría esa frase de "Hay algo terriblemente culpable en el hecho mismo de ser uruguayo"... Carácter nacional 100%.

    El libro es desde luego una delicia; siendo una lectura ligera, casi menor, deja un inmejorable sabor de boca (y, desde luego, una sonrisa duradera). El irónico narrador debe, por encargo de la editorial, localizar a un esquivo autor anónimo que, tras entregar un manuscrito absolutamente genial, se ha exiliado a un pueblecito del interior uruguayo. Lo que da pie a una investigación llena de peripecias rocambolescas protagonizadas por este anti-héroe (todo uruguayo tiene un algo de anti-héroe), en las que acabará encontrando más de lo esperado: un nuevo aliento, y, quizá, el amor.

    Cuando quieras te lo dejo... ;-)

    P.D.: Me están entrando ganas de escribir ese Montevideo Blues...

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  3. A pesar de no compartir el mito uruguayo... ¡Apetece seguir leyendo!

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