sábado, 22 de enero de 2011

Yo, robot

Curioso pensar, terrible asumir el pensamiento del robot: funciono, sí; qué gran conquista, pero ¿a qué precio?... Quién pudiera no funcionar -responder enseguida-, bellamente disfuncionar, no estar hecho, acabado, completo, saciado, inapetente... Una sociedad de autómatas, cada uno con su programación bien aprendida, grabada a hierro y fuego en su memoria ROM; adultos que, en la calle, miran con rencor y compasión a los jóvenes que se cruzan a su paso con grandes risotadas llenas de arrogancia, o miradas huidizas conmovedoras de timidez; cuánto tiempo les quedará, susurra y crepita la voz metálica de la programación, para engrosar -para engrasar- nuestras filas...

4 comentarios:

  1. ¿Qué alternativa tienen? Probablemente ellos, alguno de ellos se crea brillante, diferente... otros no, mucho mejor, menor será la caída. Nosotros fuimos ellos y aquí estamos, agachando las orejas. Y pese a todo, dando gracias por ser una pieza del engranaje, por caer en la trampa.

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  2. Y muriéndonos de algo entre la envidia y la nostalgia por lo perdido cada vez que sorprendemos en la calle alguno de esos gestos que tienen la gracia de lo nuevo, del territorio que se está explorando por primera vez... Bienvenido, compañero, a este rincón de la melancolía. Tú de eso sabes un rato, no?... ;-)

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  3. Yo más bien diría que nos hemos convertido en robots cínicos tipo Bender (y dad gracias que en una entrada con este título no mencione a Will Smith :P

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  4. Habrías sido inmediatamente vetado ;-P

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