martes, 13 de diciembre de 2011

Renuencia (En un café, 10 / Viajar, 18)


Al regreso del viaje, el cuerpo echa de menos sordamente, sobre todo, el movimiento; se dedican lánguidas miradas llenas de anhelo al mundo detrás de las ventanas, y, a la menor excusa, se baja a la calle saltando los escalones de dos en dos, con una efervescencia en el ánimo que no hace sino crecer al salir del portal... La calle es el espacio de la posibilidad (siquiera de la posibilidad en la mirada), y el movimiento, la base de la escritura (aunque suene paradójico en una actividad tan sedentaria); al irrumpir, casi asaltar el primer café al paso, la escritura brotará a borbotones, cantarina, en letra nerviosa, enorme y redonda, tan distinta a la caligrafía apretada y tensa desgranada desganadamente entre las cuatro paredes del encierro cotidiano...

Y sé que aún no me he dado cuenta de que "ya he vuelto"; los conflictos aún parecen lejanos, mis gestos con la camarera remedan aún los de mi yo viajero, esa envoltura de cordialidad y (así lo espero) savoir faire que, a veces, temo que no envuelva gran cosa más que un voluntario vacío de mí mismo, un necesario respiro de la condición de existir y ser yo...

Seguir escribiendo en un cuaderno de viaje, cuando el viaje ya ha acabado; un intento de mantener la dulce, acolchada lejanía de las cosas, de prolongar el estado de excepción en el que nada, aún, alcanza a doler... Hay renuencia a volver al más común, vulgar cuaderno de todos los días, donde con paciencia y resignación de escriba se van consignando los hechos de una vida difícil, capítulo tras capítulo de los mismos, pueriles dramas que acumulan más y más escritura sin hallar nunca solución... Hay cuadernos para habitar y cuadernos para fugarse; y pienso en la posibilidad de secretamente, a espaldas de mi yo cotidiano -al que supongo en breve enredado en las mismas, inútiles pasiones de siempre- mantener la invisible escritura del viaje en marcha, una locomotora que nunca debe parar de llevarme a destinos más felices -al menos, más leves-, siquiera en el recuerdo o el deseo...

(Pero, ay, aún no la he visto; cuánto de esta feliz imperturbabilidad resistirá tras colocarme de nuevo, en pocos días, bajo la fuerza de la mirada de esos verdes ojos de Medusa...)

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