Carta de despedida (extracto)
(...) Sólo te preocupaba escribirme, no vivir conmigo. Siempre me mirabas de lado, encerrado en tus pensamientos, redactando mentalmente las frases con las que me acariciabas; luego te retirabas satisfecho al plácido rincón de tu indiferencia, saciado y sonriente, sin que tus manos se hubieran posado ni una sola vez sobre mí. Te bastaba poseerme con palabras, manosearme a placer allí donde nadie, ni siquiera yo, te podría disputar mi posesión (¿mi autoría?). Hiciste de nuestro noviazgo una épica historia de conquista, relatada capítulo a capítulo a todo aquel que quisiera escucharte; de nuestro matrimonio, un experimento narrativo vanguardista, o mejor, un ejercicio de entomología kafkiana, la observación minuciosa de una más de tus metamorfosis, la que surgía de la crisálida de tu viejo y gastado yo tejido con los hilos frescos de un nuevo cuerpo ajeno (...)
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