(El fragmento entre paréntesis corresponde al libro La ciudad de todos los vientos, del autor uruguayo Carlos Liscano, comprado en la librería montevideana Puro Verso, donde el viento que lo perseguía a uno desde el hotel y la noche entraba a placer por las puertas abiertas, acompañando la habitual y tan uruguaya estampa del mate y los libros...)
Una colección de minúsculos extrañamientos, epifanías de bolsillo, miradas al paso con las que el pensamiento avanza, quizá a ninguna parte, encerrado en el laberinto interior de una polisemia: curioso pensar, este pensar curioso...
martes, 9 de noviembre de 2010
Viajar, 5
Por la noche, con la borrasca golpeando los cristales, soñó que regresaba a la Ciudad de Todos los Vientos, donde ninguna ventana es suficiente para detener a un viento insaciable, que se busca las rendijas para colarse en las habitaciones de hotel a saludar a las visitas del extranjero ("En Montevideo el viento viene del río, viene del norte, viene del este, viene del oeste, se mete en las calles, invade las casas, entra en la cabeza de la gente, la vuelve descreída, pesimista y gris. Por culpa del viento a los tres meses de haber nacido el montevideano adquiere las características nacionales para toda la vida"). Había recalado allá con dos amigos, a los que consiguió arrastrar a un largo, interminable viaje transoceánico con la suave ayuda de lo onírico; como un último gesto de resistencia, quizá, no paraban de rezongar, preguntándole de nuevo, como tantas veces antes (en sueños y en la vigilia), por qué este lugar en concreto y no otro. Él, por respuesta, daba la callada, sonriendo apenas de medio lado. Luego, cuando intentaba tomar fotos, la cámara se le rebelaba (al menos, demos gracias, la primera "b" no era una "v"), llenándole las manos con postales turísticas salidas de sus entrañas, bellas instantáneas de un colorido impropio que se negaban tercamente, a pesar de sus esfuerzos, a reflejar aquellas escenas grises y apagadas que él intentaba enmarcar en el objetivo de la memoria...
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¿Esos dos amigos a los que arrastras hasta Montevideo son quienes yo supongo? ;-D
ResponderEliminarEs un post precioso. Cuando lo he terminado de leer me ha apetecido de verdad estar allí con Agus y contigo, vistando Puro Verso y esos cafés a la antigua usanza de los que nos hablaste.
¿Próximo destino común Montevideo y Buenos Aires? Podríamos estudiar la posibilidad. Sería interesante conocer las ciudades-mito de los tres. En la mía ya estuvimos. Ahora os toca a Agus y a ti.
Seguimos leyéndonos...
Pppfff, qué presión, compartir una ciudad-mito... Me apetece y aterra a la vez. Ya sabes que muchas veces esos elementos del mito son muy personales, y no son compartibles... Me pongo a pensarlo, y me imagino multiplicándome para sostener mi viaje y el de mis "invitados", con los que tendría que ejercer de anfitrión y guía a las maravillas (muy ocultas) de mi Montevideo... Lo dicho: me aterra y atrae a un tiempo.
ResponderEliminarPero si os atreveis, yo no voy a ser menos...
Y coile, ya va siendo hora de volver a Montevideo (no es la primera vez que sueño que vuelvo allá)
Este post me ha dejado especialmente satisfecho. Tras escribirlo, me doy cuenta de que desprende amor, y ese amor es real, sancionado por una visita, digamos, "geográfica", y muchas otras sentimentales (alguna, como ves, onírica). Es curioso eso de tener la patria más fuera que dentro... Habrá que escribir sobre ello ;-)