miércoles, 30 de marzo de 2011

El habitante del mañana, 5


El mundo del mañana está hecho de dulces regresos a casa tras la jornada de trabajo, de libros hojeados y devueltos a la estantería con un "todavía no" en los labios, de amores más grandes que la vida imaginados con cada bella desconocida al paso, para luego seguir caminando sin mirar atrás. Es el reino de la potencialidad absoluta, de todo lo que podría ser y (aún) no es, aplazado con indolencia para un día de mañana que, sinceramente, nadie espera que llegue. Los habitantes del futuro combaten así el paso del tiempo, deteniéndolo en última instancia; si ellos no hacen nada, piensan, el tiempo no podrá transcurrir, pues no le darán excusas para justificar su implacable acción de desgaste; no habrá amores que echar a perder, ni recuerdos de personas y cosas dejadas atrás, ni libros que, una vez escritos, traicionen inevitablemente la inalcanzable, inexpresable idea original...

2 comentarios:

  1. ¿Debo tomarme esta entrada y la siguiente como el comienzo de algo, o no son más de lo que parecen -notas cayendo de ese árbol otoñal que es tu cuaderno-?
    Y no me digas que no piensas escribir nunca ese algo en aras de la potencialidad y blablabla ;)

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  2. No es un comienzo de algo, porque ese algo está comenzado hace ya mucho tiempo... pero tampoco son simples notas de mi cuaderno (que, efectivamente, sea la estación que sea, siempre será otoñal ;-). Son, digamos, "acercamientos", cada vez más precisos, a algo que quiero hacer y aún no sé demasiado bien cómo (seguramente porque tiene demasiados elementos, demasiadas intenciones cruzadas, es un auténtico mejunje difícil de cocinar). Pero sí, me voy acercando. Y me empiezo a ilusionar con la perspectiva de estar, de nuevo, seriamente implicado con un proyecto...

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