Retomando la pregunta inicial: percibir en algunos momentos, con prístina claridad, la escisión fundamental que se produce, que se produjo en un lejano momento ya olvidado, cuando decidimos que todo era mejor en la ficción; una decisión inevitable, propia de un tiempo de ficciones como el nuestro, que nos separa a nosotros mismos, en el momento de vivir una experiencia, de aquel que seríamos en una ficción sobre esa experiencia; quedará coja, así, incompleta, con una inefable sensación de pérdida, de cosa incorrecta por definición... La ficción es el camino que separa a quien eres de quien querrías ser, recitará uno entonces, en el mundo correcto que sería el mundo real si no fuera real sino ficticio. Culpar al empedrado, cómo no, y pensar con una sonrisa en una raza de hermosos soñadores que fueron seducidos en la infancia por el colorido irresistible de lo ficticio, y vivieron luego sus vidas desgarrados entre lo real y lo inexistente, entre el recuerdo de aquellas primeras imaginaciones y la constatación siempre vejatoria en comparación de lo real. Balance de luces y sombras, caminando las calles, un día cualquiera...
Una colección de minúsculos extrañamientos, epifanías de bolsillo, miradas al paso con las que el pensamiento avanza, quizá a ninguna parte, encerrado en el laberinto interior de una polisemia: curioso pensar, este pensar curioso...
jueves, 18 de noviembre de 2010
Un día cualquiera
Retomando la pregunta inicial: percibir en algunos momentos, con prístina claridad, la escisión fundamental que se produce, que se produjo en un lejano momento ya olvidado, cuando decidimos que todo era mejor en la ficción; una decisión inevitable, propia de un tiempo de ficciones como el nuestro, que nos separa a nosotros mismos, en el momento de vivir una experiencia, de aquel que seríamos en una ficción sobre esa experiencia; quedará coja, así, incompleta, con una inefable sensación de pérdida, de cosa incorrecta por definición... La ficción es el camino que separa a quien eres de quien querrías ser, recitará uno entonces, en el mundo correcto que sería el mundo real si no fuera real sino ficticio. Culpar al empedrado, cómo no, y pensar con una sonrisa en una raza de hermosos soñadores que fueron seducidos en la infancia por el colorido irresistible de lo ficticio, y vivieron luego sus vidas desgarrados entre lo real y lo inexistente, entre el recuerdo de aquellas primeras imaginaciones y la constatación siempre vejatoria en comparación de lo real. Balance de luces y sombras, caminando las calles, un día cualquiera...
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Veo que insistís mucho, Leo y tú, en esa etiqueta... Me gusta. Es como ser posmoderno, pero menos (y por supuesto, como ser romántico, pero de una forma mucho más cool). Y sí, amigo, esa es la lucha de siempre... que seguramente ocupará toda nuestra vida.
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