viernes, 10 de septiembre de 2010

Lo no dicho (tras tanto tiempo de silencio)


Cada cosa no dicha es una derrota invisible, una adición intolerable a un territorio vasto, que amenaza desbordarse e inundarnos, que nos va colmando por dentro de malestar e impotencia ante lo real inmensurable. Poco valor le va quedando a la escritura (y a la palabra en general) más allá de intentar minar este territorio a zarpazos, no renunciar a dar cuenta de las cosas, a explicárselas a uno mismo y, quizá, a alguna mirada curiosa al paso. Cada vez que le oponemos un texto a la realidad (cada vez que sobreimpresionamos la realidad con un texto para hacérnosla legible) conseguimos hacer retroceder un poco el avance imparable de la entropía, y con ello recuperamos, siquiera mínimamente, la fe en la escritura y en su capacidad para mejorar el mundo. Valga como declaración de principios para iniciar, una vez más, el camino de la palabra.

7 comentarios:

  1. Pues te acompañaremos en ese camino. Enhorabuena por la iniciativa. Quintín.

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  2. Gracias, amigo. No es fácil volver a asomar la patita, tras tanto descalabro. Espero que esta andadura sea fructífera. Un abrazo.

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  3. El contenido de esta entrada me recuerda en espíritu a un poema que escribí en tiempos ("Todo lo que callamos").

    ¿Cómo parar esa entropía a la que haces referencia?

    Difícil. Ahora intento escribir sobre mitos de antaño ("Buscando hadas", "Aventuras en Kuaron") y me doy cuenta de que el tiempo ha pasado su mano terrible por el territorio de mi imaginación, convirtiéndolo en un nebuloso fantasma.

    Para atenuar la entropía sería necesario recuperar algo de la mirada cándida de antaño, ver el mundo de nuevo con generosidad poética.

    ¿Estamos dispuestos a abandomnar el desengaño? Es más, ¿podemos hacerlo?

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  4. Vuelve el letraherido, y cada vez que regresa lo hace más cansado, incluso mohíno, despidiendo un ligero olor a derrota. Pero qué sería de la realidad sin su némesis. Welcome back, muchacho.

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  5. Gracias, Agus, conmovedor tu texto (casi un panegírico), lo has clavado (has dado exactamente en el clavo). Me veo favorecido en tus palabras... Gracias.

    Javi, ahí está la eterna cuestión, en la que llevamos braceando demasiados años ya... Apuntas algo interesante: la cuestión no es ya si podemos salir del desengaño... sino si "estamos dispuestos" a hacerlo. El desengaño se ha convertido en un lugar cómodo, habitable; y uno tiende a aferrarse a sus casas...

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  6. He de reconocer mi condición de fan abelendiano, un poco incomprensible, como ser del Atleti de Madrid, y celebrar estas tus victorias tan rebozadas de derrota

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  7. Gracias, Leo (¿gracias? :-S). Nunca me habían comparado con el Atleti. Si algún día rompo el cascarón y llego a publicar (algo que violentaría mi esencial condición de Bartleby, pero que, admitámoslo, puede suceder) pediré que en el fajín promocional que rodee el libro se me presente como "el Atleti de las letras españolas" (y yo que pensaba ser la gran esperanza blanca...).

    Esto aparte, me alegra verte por aquí. El espacio virtual no ensucia, no hay que cuidar de los niños (salvo de los que por aquí postean), no hay que aplazarlo por imprevistos de última hora ni cuesta un mundo ponerse los zapatos y salir hacia él después de todo un día de trabajo. Eso sí, la cerveza (virtual) no está tan buena.

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