sábado, 11 de septiembre de 2010

Tocarnos la cara: la lluvia y el esfuerzo

De la lectura de "Tocarnos la cara", me queda una cierta idea del esfuerzo; el esfuerzo, y su inutilidad. El esfuerzo, como la lluvia, siempre ocurre en el pasado; ocurrió, implicó a una serie de personas, se desplomó, y ahora qué nos queda (ésta es la cronología de cualquier esfuerzo). Quizá el mayor valor del esfuerzo sea el histórico: recordar que un día nos esforzamos, y fue tan hermoso. También, su inevitable tendencia a buscar compañía, a incluir a otros en su proyecto, bajo su paraguas de deseo.

2 comentarios:

  1. Aún es tiempo de esforzarse. No decaigas, lo publicado en este blog es una muestra de que aún puedes dar mucho de ti en el territorio de la escritura. No te rindas. Ánimo.

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  2. Me refiero, como hemos hablado mil veces, a ese tipo de esfuerzo (normalmente de naturaleza artística, pero también puede ser política, etc... todo lo que implique una vision del mundo común) que aúna los esfuerzos de varias personas que, por una afortunada conjunción de factores, se encuentran en el mismo punto de ilusión y expectativa respecto al objeto de su interés. Esas sinergias tan provechosas y estimulantes que se dan (que se daban) algunas veces en la vida, y que comunicaban la gozosa sensación de que el mundo vibraba al ritmo de uno... De eso trata este libro, de uno de esos esfuerzos comunes, el misterio de las afinidades que unen a las personas que le dan cuerpo, y el estado de orfandad en que deja su siempre necesaria caída (a la que, como suele suceder en la vida, no se le pueden oponer grandes explicaciones). Una tragedia, quizá, pero una de todos los días.

    Otra cosa es el esfuerzo individual, las islas que sobreviven a la escisión de esos archipiélagos que fueron tan frondosos y exuberantes de vegetación... y ahí es donde estamos.

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