Una colección de minúsculos extrañamientos, epifanías de bolsillo, miradas al paso con las que el pensamiento avanza, quizá a ninguna parte, encerrado en el laberinto interior de una polisemia: curioso pensar, este pensar curioso...
lunes, 20 de diciembre de 2010
Palabras (Deseo, 8)
¿Se puede vivir en una frase? ¿Se puede uno refugiar en ella, en la promesa de sus palabras apenas esperanzadoras que uno, de todas formas, no se atreverá a creer, creyéndolas mentira piadosa, dulce veneno del no? ¿Y qué hacer cuando todo lo demás, todo el conjunto de signos no verbales de lo real -el peso de lo cotidiano indistinto, la indiferencia de ella, el hastío en su mirada- le cuenta una historia distinta (la historia de siempre)? Quizá entonces, sí, haya que exiliarse en un puñado de palabras, recorrerlas obsesivamente como si fueran estancias de un palacio encantado, algunas cálidas y acogedoras ("si te dijera que lo dejo todo por ti"), otras frías y cortantes como el hielo ("tú no te juegas nada, yo me lo juego todo"), algunas espinosas y sembradas de maleza ("mi marido, mis hijos..."), otras, en fin, abiertas sobre abismos insondables que siempre devuelven la mirada ("¿ves como al final, como siempre, eres tú el que no se decide?")...
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Me estoy perdiendo Julio. No acaba de convencerme esta deriva. Prefiero las historias de autobuses, inviernos de la infancia, ciudades interiores o viajes. Perdóname amigo, te soy incondicional pero no veo "tu literatura" en estos fragmentos.
ResponderEliminarLo lamento, compañero, esto es lo que toca ahora, yo no elijo. Hasta el hombre aplazado debe asomarse de vez en cuando a la vida para buscar una oportunidad de volver a fluir con el tiempo... Pero no desesperes, (me temo que) no tardaré en volver, a poco que me vengan, una vez más, mal dadas. Y habré acumulado, en el nuevo intento, una buena dosis de melancolía con la que llenar este blog sine die...
ResponderEliminarCreo haber vivido este momento antes...
ResponderEliminarLo que tengo muy claro es que no se puede vivir en una pregunta y mucho menos si ésta (aunque la tilde le moleste a la RAE) es eterna. Queramos o no, escribir es ocultar la respuesta a esa pregunta; pero este mundo posible que creamos dista mucho de la realidad. Lo complicado es hacer que esa literatura irrumpa en la realidad que nos toca vivir. Así, podremos vivir en una frase e, incluso algo mejor, de ella. Pensemos qué hubiese pasado si la respuesta a la última pregunta hubiera sido "Quiero que pases a mi lado el resto de tu vida"; fácil: se viviría en una frase y, por suerte, de ella.
Pppfff, Nowell, quién tuviera esa labia (y sobre todo esa determinación) en la no-tan-hipotética situación real... Habría que maldecirse a uno mismo mil veces por no haber encontrado las palabras justas en el momento justo (uno, que para más inri vive de -aparte de en- sus palabras). Con el paso del tiempo esta pequeña escena corre el riesgo de convertirse en un mito trágico, un recuerdo doliente en el que, a la manera de los personajes de Onetti, "reescribir" lo que hicimos y dijimos, hasta que el final sea otro... Perdonen, estoy muy perjudicado.
ResponderEliminarEncantado de recibir lecciones de ultratumba, Nowell.
Yo estoy completamente perdido. Me avisen cuando regrese el interfecto.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo sé si se puede vivir una frase, lo que me niego es a no frasear la vida. Abrazos.
ResponderEliminarLo último que deseo es que te vengan mal dadas compañero. Suerte.
ResponderEliminarAgustín, te ha faltado bostezar y decir, a modo de Homer Simpson "me abuuurroooo"... Debo recordarte que la lectura de este blog, así como el comentar sus entradas, es opcional. Así uno se ahorra meter la pata. A buen entendedor...
ResponderEliminarA todos: sinceramente, yo no veo tanta diferencia con las entradas de antes... Siempre cuento lo que me pasa (ejem, lo que le pasa "al personaje"), y no entiendo que el último giro, en el que predomina lo sentimental, provoque tanto rechazo (o al menos desconcierto)... No quiero escribir las siguientes entradas con la sensación de estar "pensando en el lector"; es decir, cohibido, buscando una especie de pureza perdida, obsesionado por "volver a gustar", autocensurándome temas y motivos... En fin, me encuentro en una encrucijada. Os agradezco a todos vuestras visitas y comentarios, pero quizá sea hora de tomarme un respiro, o de tratar de olvidar que hay alguien al otro lado...
No te lo tomes así: sólo era una manera desenfadada de expresar mi escasa sintonía con este tipo de entradas, opinión que ya te había hecho llegar por diferentes vías. Si ha molestado, mis disculpas, no era tal la intención.
ResponderEliminarEn lo que al fondo del asunto se refiere, debes seguir escribiendo como te plazca, pero piensa que es lógico que de alguna manera te veas condicionado por tus lectores, tanto negativamente en algún caso como positivamente: cuántas veces nos ha pasado que un texto que no nos convencía demasiado ha salido adelante gracias al entusiasmo de quienes lo leyeron (a mí me está pasando algo así ahora mismo, la verdad).
En cualquier caso, no sería buena idea enrocarse en una actitud del estilo de "no me comprenden, pues abandono". Yo voy a seguir leyéndote, y por lo demás da la sensación de que la mayoría de tus lectores sí están conformes con estas entradas. Que no hay para tanto, vaya.
Un abrazo.
Siempre contigo compañero. Los lectores somos seres egoistas y hedónicos que exigimos satisfacer nuestro diletantismo. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido amigo,
ResponderEliminarCreo que tienes derecho a hacer con tu blog lo que consideres oportuno. Es tan válido escribir un blog con pretensiones literarias como un clásico ego-blog. En estas últimas entradas combinas los dos tipos y, por lo que a mí respecta, me parece perfecto. En estos momentos necesitas contar tu historia de (des)amor y el marco me parece el adecuado. Ya volverán los pasesos de flaneur y el spleen que conllevan. Ahora toca un poco de telerealidad con clase ;D Seguiré leyéndote en cualquiera de tus posibles aventuras...