Llega una edad en la que se hace urgente detener el tiempo; éste de pronto ha empezado a correr sin control, multiplicando las pérdidas, poblando el pasado de sombras tan vivas (no hacer nada entonces, no moverse, no alargar la mano hacia nada que se pueda perder después, no al menos hasta que se haya descubierto el secreto para detener el tiempo)... Todo son entonces actos simbólicos, rituales para invocar al Tiempo mismo y dialogar con él, pedirle que no transcurra, ofrecerle a cambio el sacrificio de tu propia vida, prometerle que no harás nada que lo enfurezca y haga correr de nuevo...
... pero ya sabes que aunque sacrifiques tu propia vida, el tiempo es tramposo y taimado. Se las arreglará para que tu no-acción se transforme en acción, normalmente con consecuencias trágicas.
ResponderEliminarLa pérdida es ineludible, amigo. Toda vida es un bestiario de sombras del pasado.
Oye, voy a tener que prohibir escribir mejor que el autor en este blog!! Jeje, es broma, en realidad estoy encantado de recibir comentarios tan atinados.
ResponderEliminarBien sé de las trampas del tiempo, amigo. Imagino una historia protagonizada por un viejo arrugado, reseco y resentido, reconcentrado y tenso, que un día es visitado por una jovencita gótica que lleva un colgante con la forma del ankh (guiño a entendidos ;-)... Entonces se sorprende, y le dice a la jovencita, "¿no hice lo debido, acaso no sacrifiqué mi vida no viviéndola, para evitar que el tiempo pasara? ¿No renuncié a tantas cosas, tantos caminos atisbados que me podrían haber llevado a la felicidad, todo por seguir viviendo eternamente?"... Ella casi se compadece de él, le acaricia la mejilla, le responde "mientras tú desperdiciabas tu vida respetando tu parte del trato, el Tiempo ignoraba desvergonzadamente la suya", y, al fin, se lo lleva dulcemente...